Día 2: Principio y fundamento

jueves, 20 de marzo de

 

San ignacio, un santo místico, simple y a la vez profundamente sabio, nos dejó una forma muy concreta de acercarnos a Dios y descubrir al Dios que está en nuestras vidas. Un Dios que nos invita a saborear la vida. Rezar para Ignacio es gustar y saborer internamente, escuchar, y quedarse con una idea o un punto, no mucho más. Y ahí quedarse. Sabiduría no es saber mucho sino saborear mucho.

En estos días nos vamos a encontrar, encontrándonos en Jesús y reencontrándonos con Él en cada momento y en cada pasaje que los ejercicios nos invite a recorrer. Cuando tomemos un texto, nos vamos a quedar con una imagen, una palabra o un gesto, lo que hoy me dice algo distinto y me resuena. Es importante que lo vayamos escribiendo, porque ahí nos vamos a detener. Son los puntos del camino, que vamos a utilizar para hacer este recorrido.

¿Cómo hacer los ejercicios?: Dios nos habla de muchísimos modos. Los ejercicios son un camino para ordenarnos. Para rezar, buscaré la posición que más me ayude, y que me sea cómodo. Voy a intentar mantener esa posición, en algún rincón de la casa y dedicar un rato a estar con Jesús. Es un espacio para cuidarlo. Ocuparnos de que nada nos distraiga, de estar con esa persona que quiere salirme al encuentro.

Estar en su presencia y pedir que todo lo que haga en este ratito sea para Él. Y Dios que es puro amor, me va a devolver multiplicado todo lo que yo le ofrezca. Vamos a pedir encontrarlo, entenderlo y que todo lo que hagamos nos conduzca a su encuentro.



“El hombre es creado para…”


Vamos a introducirnos en una propuesta que nos hace Ignacio, que llama “Principio y Fundamento”. “El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir”.

Alabar: disfrutar, alegrarse a veces con cantos, con oración, con gestos…. “felices los pobres”, “felices los mansos”, “alégrense” dice el Señor. Para eso Dios nos hizo, y nos invita a alegrarnos y a disfrutar.

“Hacer reverencia”: es como arrodillarse frente a un Rey, muy común en tiempos de Ignacio. Y hoy podríamos decir que arrodillarnos sería frente a alguien a quien tenemos mucha confianza, y ese sólo es Dios. A Él le entregamos la vida, y se la confiamos. Esa confianza llena el lugar que el miedo quiere arrebatar, y la confianza más profunda que me va a sostener en los momentos de dificultad es esa que pongo frente a Dios.

“Servir”: es el gesto de amor más grande y propio de un cristiano. Es el inclinarse como Jesús en el lavado de los pies, inclinarse frente al dolor, no jugando de Dios sino desde el corazón, como fruto del amor. Sirvo a mis hijos, a mi esposa, a mis compañeros…

“Para alabar, hacer reverencia y servir” nos ha creado, y para ello nos propone el camino de la vida. Si estamos en esa ruta estamos bien orientados para lo cual nos hizo, compartir su vida.



 

Amados por quien es el Amor


1 Jn 4, 7 “Queridos, amémonos los unos a otros porque el amor nos viene de Dios. Todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios porque Dios es amor”. Dios que es el amor está en todo los amores auténticos. El amor es el vínculo que nos sujeta a Dios.

“Amemos, pues, ya que él nos amó primero. Si uno dice «Yo amo a Dios» y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Pues este es el mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano” (1Jn 4, 19-21).

Amar a los hermanos tiene que ser reflejo no sólo de una fuerza interior, sino del amor que Dios nos enseña conforme a su forma y estílo, e incluso el deseo de amar nos viene de Dios “Amámos porque Él nos amó primero”.

Nos vamos a preguntar, no tanto para examinarnos si verdaderamente amamos, sino para celebrar, alabar y disfrutar. Dios te hizo para la inmensidad del amor, que no se puede medir, que es superador de todo. Vivir el amor es vivir a Dios, y sólo lo podemos hacer junto a Él porque Él lo empezó. Los seres humanos muchas veces creen que han sido arrojados al mundo, y hacen lo mejor que podemos, pero desconocen ésta inmensidad del amor de Dios por nosotros. Esa experiencia da horizonte.

Me voy a dejar entusiasmar por éste Dios que te invita a lo más grande, que ama antes que vos, y que te “primerea”, como dice Francisco. Además Él confía en que podemos imitarlo en el amor. Alabar, agradecer y dejarnos llenar de esta inmensidad tuya. No detenerse en nuestra pequeñez, sino entusiasmarnos con su invitación: hemos sido llamados al amor.



Un Dios que siempre ha estado y está


Mucho antes de San Juan, el profeta Isaías en el capítulo 49,15 ya nos decía algo más fuerte aún: “Pero, ¿puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues bien, aunque alguna lo olvidase, yo nunca me olvidaría de ti”. Todo ese amor que nos muestra Juan está presente en nuestras vidas. Cuántas historias de abandonos, de abusos, momentos duros que hemos experimentado o visto en nuestros hermanos…. son momentos que uno espera, que cuando sea grande, algún abrazo de madre nos contega. Aunque yo no haya tenido experiencias fuertes de amor de ese tipo, lo puedo tener con Él. Aunque la ausencia o la carencia sea más fuerte que lo que haya vivído, Él está y no se olvida de mí. “Aunque tu madre se olvide, yo no te olvidaré”. Pongamos en manos de Dios vacíos interiores, demandas, esas historias duras y difíciles… Dios está ahí escuchándote. Aunque otros no haya sabido cómo quererte Él siempre estuvo ahí esperando, abriendo puertas, dando oportunidades… a través de otros que dieron mucho para vos. Él no se olvida de nadie. Y te dice que aunque tus seres queridos no hayan sabido estar, Él está.

Tener la confianza a la que nos invita San ignacio, el deseo de alabar y la posibilidad de disfrutar, no se paga con nada. Es la experiencia más sanante de amor de Dios. ¿Quién nos quita la gracia inmensa de contar con Dios y su amor?.

Benedicto XVI nos enseña: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. El encuentro con Jesús, con este Dios que está siempre, con el que en éstos días se dispone a acompañarnos en los Ejercicios… Como dice el salmo 139 “siempre estarás en la palma de mi mano”. O el profeta en Isaías 49,16: “Te tengo esculpido, tatuado en la palma de mi mano, porque tú eres precioso ante mí”.


Dios es el que nos hace encontrarnos con los otros, nos devuelve la confianza para volvernos a vincularnos. Dejate amar por este Señor que es amor. Él tiene toda la paciencia y tiene caminos muy distintos a los nuestros para llevarnos al amor.



San ignacio también tuvo experiencias duras, transitó momentos difíciles y tuvo deseos de dejar todo, sin embargo se dejó encontrar con Jesús. Dejá que su amor te encuentre estos días, y predisponete a estar con Él y dale gracias por tanto don suyo en tu vida.



Hacer memoria de cuánto amor recibido


El Papa Francisco nos dice en el punto 11 de la Exhortación Apostólica que “la verdadera novedad es la que Dios mismo misteriosamente quiere producir, la que Él inspira, la que Él provoca, la que Él orienta y acompaña de mil maneras. En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, que «Él nos amó primero» (1 Jn 4,19) y que «es Dios quien hace crecer» (1 Co 3,7). Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece todo.

Tampoco deberíamos entender la novedad de esta misión como un desarraigo, como un olvido de la historia viva que nos acoge y nos lanza hacia adelante. La memoria es una dimensión de nuestra fe que podríamos llamar «deuteronómica», en analogía con la memoria de Israel. Jesús nos deja la Eucaristía como memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más en la Pascua (cf. Lc 22,19). La alegría evangelizadora siempre brilla sobre el trasfondo de la memoria agradecida: es una gracia que necesitamos pedir. Los Apóstoles jamás olvidaron el momento en que Jesús les tocó el corazón: «Era alrededor de las cuatro de la tarde»”


Memoria de este Dios que estuvo conmigo siempre, que me devuelve a la confianza. Te invito a hacer memoria de todo aquello que tenés que agradecer. Que ese amor de Dios te colme en estos días, para que también podamos vivirlo y compartirlo.



Resumen:


+ Entrar a la oración haciendo una reverencia “por el tiempo que dura un Padrenuestro”. Es un modo de tomar en cuenta frente a quien estamos. Entrar en contacto con Él para alabarlo y bendecirlo.

+ Pedir gracia de descubrirlo presente y amándonos a lo largo de toda nuestra vida.

+ Entrar en sintonía con Dios que amándonos nos invita a agradecer. Dios que siempre estuvo, está y va a seguir estando. Hacer memoria de tanto recibido.

                                                                                            Padre Fernando Cervera sj

 

Oleada Joven