Señor Jesús, ya vamos terminando este año que nos regalaste.
En tu Evangelio nos decís que vayan a tu encuentro los que están cansados y agobiados y les darás descanso porque tu yugo es llevadero.
Ese yugo -siempre liviano- a veces lo hemos sentido y lo hemos hecho pesado,
para nosotros y para los otros.
Lo cargamos con los pesos de nuestros errores, mezquindades, frustraciones y egoísmos.
Cuando sentimos que tu yugo suave y ligero se nos vuelve áspero y pesado,
somos nosotros quienes lo cargamos con nuestros pesos.
Perdón, Señor, porque a veces, incluso sin querer,
aumentamos el peso de los yugos ajenos.
A pesar de las cargas pesadas,
este año también hemos sentido que ha soplado la brisa de la esperanza,
flotando en cada alegría,
despertando deseos,
insuflando sueños,
sembrando semillas y acortando distancias.
Gracias Señor por toda la vida y todo lo vivido en este año:
Todo ha acontecido para nuestro bien.
Eduardo Casas