Creo que Dios es amor

sábado, 3 de mayo de
image_pdfimage_print

Creo que Dios es amor.

Creo que es familia:

Padre, Hijo, Espíritu Santo,

tres personas, tan unidas por el amor

que forman solamente uno.

Creo que Dios es felicidad infinita

porque es amor infinito.

 

Creo que la creación es fruto del amor,

porque el amor quiere hacer partícipes de su felicidad.

Creo que todo hombre, incluso antes de que exista,

es amado personal e infinitamente por Dios,

y que lo será siempre, cualesquiera que sean su rostro y los caminos

de su vida.

Creo que el hombre es pensamiento de amor de Dios, hecho carne,

y que esta imagen de Dios en él

puede ser desfigurada, pero jamás puede ser destruida.

Creo que el hombre, hecho por amor, ha sido creado para el amor

y por tanto libre

e invitado a la felicidad infinita del amor.

 

Creo que Dios ha dado toda la creación a los hombres

para que juntos tomen posesión de ella, la completen

y la pongan al servicio de todos.

Creo que Dios ha creado al hombre creador con él

—por medio de la familia humana, imagen de su familia

y libre de hacer surgir la vida o de rechazarla.

 

Creo que «Dios amó tanto al mundo, que envió su Hijo al mundo»

y que así el amor infinito tomó en María, rostro de hombre,

cuerpo de hombre,

corazón de hombre:

Jesús de Nazaret,

treinta y tres años de vida plantada en el centro de la historia humana

y cubriéndola toda.

Creo que Jesús,

por ser hombre, es hermano de todos los hombres;

por ser hermano de todos los hombres, es solidario de sus pecados,

el no amor,

y sufre con los sufrimientos de ellos tanto como con el suyo propio.

Creo que Jesús, dando su vida por amor a sus hermanos, ha devuelto a

cada uno de nosotros y a la humanidad entera

todo el amor malgastado por nosotros,

y que, al restituirnos el amor, nos ha restituido la vida.

Creo que Jesús ha traspasado la muerte, que está vivo entre nosotros,

hasta el fin de los tiempos

y que los hombres, por él y en él, pueden vivir la vida que no

terminará.

 

Creo que los creyentes y los que aman a Jesús forman juntos

un gran pueblo, una gran comunidad: la Iglesia.

Creo que esta comunidad-Iglesia, de la que soy miembro en Jesús y

con mis hermanos,

es, por nosotros, pobre y pecadora,

y que no ha sabido guardar su unidad.

Pero creo que está llamada a ser Santa,

una y signo del amor.

Creo que Jesús ha querido para ella unos responsables;

que estos responsables son hombres, y que por tanto son pecadores

y pueden equivocarse,

pero los respeto y los amo porque Jesús los ha querido, elegido

y llamado,

y su Espíritu los acompaña por los largos caminos de la historia.

 

Creo que el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo, es soplo de amor,

que viene al encuentro del hombre —libre—,

libertad que puede abrirse a él

para acogerlo,

dejarse invadir por él, traspasar por él,

y ser enviado hacia los otros.

Soplo de amor que une el hombre al hombre,

los hombres a los hombres y al universo,

y que construye el reino del Padre,

Reino de amor arraigado en el hoy de la historia humana para

llegar a su plenitud mañana en el amor trinitario.

 

* * *

 

… por ello, hijo mío, creo que con Jesucristo, en Jesucristo:

Vivir es amar bajo el soplo del Espíritu.

Y creo que el amor no puede morir,

porque viene de Dios

y vuelve a Dios.

 

Michel Quoist, en Háblame de amor

 

Juan Francisco Suarez