Evangelio según San Lucas 11,1-4

martes, 6 de octubre de
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Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos”.

El les dijo entonces: “Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación”.

 

Palabra de Dios

 

 


Monseñor Santiago Olivera | Obispo de la Diócesis de Cruz del Eje

 

 

El Evangelio de hoy nos muestra a Jesús rezando, y desde esa experiencia de unión con su Padre, desde esa necesidad de momentos de intimidad es lo que suscita en sus discípulos el pedido: “Señor enséñanos a orar”.

 

Cada día debemos pedirle a Jesús esta enseñanza, decimos enséñanos no solo porque eres el Maestro, con los labios, con la Palabra, sino con su propia vida. Decimos enséñanos a orar porque El rezaba, nosotros debemos seguir sus pasos. Sabemos que Jesús dedicaba largos momentos a la oración, al encuentro gratuito con su Padre, a experimentar el amor de Dios, esto es lo que debemos desear siempre.

 

Jesús enseña esta oración del Padre Nuestro que a mi me gusta siempre pensar lo que significa rezar esta oración, que es la cumbre de toda oración , la mejor oración, si yo tengo oración con Jesús, debo comenzar o terminar con la oración que Él enseñó. A veces estamos apurados y la rezamos rápido, la hemos aprendido de chiquito,y nos sorprendemos muchas veces rezando el Padre Nuestro rápido, y cuánta sabiduría está en cada oración que decimos en la oración del Padre Nuestro.

 

Yo siempre invito a que digamos Padre Nuestro con serenidad, con toda la hondura que eso significa. Rezar el Padre Nuestro dándonos tiempo, saboreando cada expresión por que la oración es buena noticia. Yo me uno a Dios desde la experiencia de ser hijo y esto es una alegría grande, yo voy a Dios como mi Abba, como mi Padre.

 

Los invitaría que nos atrevemos a decir la oración del Padre Nuestro, como decimos en cada Eucaristía porque Jesús no la enseñó, a que digamos cada oración serenamente, santifiquemos el nombre suyo, deseemos cumplir su voluntad, busquemos que su reino sea una realidad con la de nuestra vida, porque la oración verdadera, la oración sincera nos invita a poner por obra eso que pedimos.

 

Pidámosle a Jesús que nos haga crecer en esta oración que nos enseñó, porque es dialogo, alabanza, disponibilidad, suplica y perdón. Que su nombre realmente sea bendecido con nuestros labios y nuestro corazón.

 

 

 

 

 

 

 

 

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