Compañeros de Camino

lunes, 27 de abril de
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¿Con quienes compartes los días, las sendas, la vida? ¿Con quién te ríes? ¿Y lloras? ¿A quién echas de menos cuando no está? ¿En quién piensas a menudo? ¿A quién reconoces por el sonido de sus pasos? ¿Por quién atravesarías montañas?
Tiene que haber alguien en nuestras vidas. Alguien con quien sentirte en casa. A quien puedas llamar de vez en cuando, para reconocer la voz familiar que te despierta memorias de hogar y te hace sentir seguro. Y si no lo hay, parte de la vida es buscar. Para encontrar esos otros nombres que le dan sentido a nuestros esfuerzos.



OPORTUNIDADES PERDIDAS…


«Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona les alcanzó y se puso a discutir con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo» (Lc 24, 15-16)


Hay muchos trenes en la vida que dejamos pasar sin darnos cuenta. Personas que podrían convertirse en verdaderos amigos, y, sin embargo, no nos damos cuenta de que están ahí. Buena gente de la que podemos aprender mucho, si dejamos que su ejemplo se convierta en escuela. Lo necesario es cuidarnos unos a otros, no dar demasiado pronto por sentado que las personas están y siempre van a estar ahí. Porque hoy vivimos tan rápido, y estamos tan conectados que la misma cercanía puede convertirse en inconsciencia, y por muy cerca que estemos, podemos vivir como desconocidos, ignorando la verdad profunda de las personas.



MOMENTOS DE ENCUENTRO…


«Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron» (Lc 24,31)


En ocasiones una conversación, un abrazo, una mirada, basta para que salte la chispa del afecto que nos hace más plenos.
Jesús es también compañero de camino. Que nos sale al encuentro de muchas maneras. En su espíritu. Es presencia. Es palabra. Es pan partido. Es impulso. No siempre nos damos cuenta de cuándo nos sale al encuentro. Pero está. Quizás sea necesario, en alguna ocasión, invitarle a quedarse y dedicarle unos instantes de nuestro tiempo. Para no confundir su paso discreto con ausencia, y su silencio con distancia. Para que, como a aquellos discípulos de Emaús, también a nosotros nos encienda el corazón.



Fuente: http://pastoralsj.org/index.php?option=com_content&view=article&id=1620&catid=24&Itemid=6

 

María Eugenia Castagnola