Hoy en el día del Padre, quería recordar a José, ese hombre sencillo, silencioso, trabajador, que tuvo quizás una de las misiones más difíciles que puede llegar a tener un hombre, el del ser padre adoptivo nada más y nada menos que del Hijo de Dios.
Primero imagínense a un hombre profundamente enamorado de María. Tanto la amaba que llego a comprometerse y tenía todo listo para empezar a formar una familia, todo planeado. Según la tradición judía de la época, debían comprometerse y esperar un año para recién vivir juntos. Así que piensen todo lo que José estaría preparando: la casa, las cuestiones económicas, el espacio para formar una familia y cuanto más.
Pero Dios había pensado otra cosa. Cuando María apareció embarazada, la mezcla de sentimientos, el dolor, la decepción, la amargura incluso de sentirse traicionado por la persona que amaba. ¿Cuánto también a nosotros nos duele cuando alguien que amamos nos lastima? Y que lío para el pobre José, que no entendería la explicación que le daba María, creo que yo tampoco le creería.
Cuanta bronca. Es mas, ante esa situación, si José acusaba a María, la tenían que apedrear hasta matarla, porque no se toleraba semejante acto.
Pero José era diferente. Amaba tanto a María que no quería lastimarla (¡si! la amaba tanto a pesar de sentirse atravesado en su corazón). Por ese amor no la acuso, permitiéndole vivir. Siempre pienso en ese gesto, cuanto quería a la Virgen. Un amor que no siempre se lo valoramos al pobre José.
Todos los proyectos se fueron por el caño. Todos los sueños de José ya no existían. Se preguntaría él: ¿Cómo explicar tanto dolor? ¿Por qué Dios deja que me pase esto? ¿Qué hago ahora?
Y en medio de esta tempestad se le revela el camino. En medio de tanto dolor Dios le dice:
«José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: «Dios con nosotros».
(Mt 1, 20-23)
¡Increíble! Unas palabras de Dios, una misión, una revelación le han dado un nuevo sentido a la vida de José. Pónganse en su lugar, seguramente al darse cuenta fue a buscar a María, a decirle que no estaba sola, que sabía lo que tenía que hacer, y que ahora los dos tendrían que enfrentar ese desafío de traer y proteger al mismo Dios. Si José antes tenía preguntas, imagínense el quilombo que tendría ahora.
Quizás no era su plan, pero Dios lo preparó para ello. Y estoy muy seguro que José enseñó muchos de sus valores al mismo Jesús: amistad, simpleza y sencillez, fuerza, valentía y sobre todo ACEPTACIÓN… aceptación a los caminos que Dios le pondría, aceptación a la voluntad del Padre.
Y tuvo su recompensa. Según la tradición, murió en los brazos de María y de Jesús, ¡Que gracia tan grande!.
Un hombre que lo dio todo, un padre que es ejemplo para todos nosotros. Gracias a su sacrificio tenemos nosotros la Fe, gracias a su SI, como el si de María, tenemos la gracia de saber del Amor de Dios.
Pensemos en José, pensemos en esos hombres que nos han dado la vida a cada uno de nosotros, y que ha dado la vida para que estudiemos, nos formemos, tengamos la Fe, trabajemos. Aún con sus miles de aciertos y errores, somos los que somos por ellos, por nuestros papás, que también han dicho Si, junto a nuestra mamá de traernos al mundo.
Quizás tu papá ya no este, o quizás no lo conociste, quizás también tenés algún “papa adoptivo” que te cuida o te cuido. No dejes de rezar por ellos, no importa la circunstancia. Porque mal o bien, le debemos la vida, y eso es mas que importante.
Que San José los guarde, los proteja, los cuide. Y que las familias, las de ahora y las futuras, sigan su ejemplo de amor hacía Jesús y hacia la Virgen.