Partir, repartir y recibir

viernes, 16 de octubre de
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Compartir tiene que ver con “partir para repartir”. Convidar un poco de nuestro tiempo a los demás, para no quedar varados en nuestros relojes egoístas, cargados de horas de encierro y soledad.

 

Compartir es partirse el pecho, para distribuir el corazón, a todo el que necesite “de latidos de vida” que lo despierten. Y que curiosamente, cuando se hace esto (esto de dar amor a los que nos rodean) recibimos más de lo que entregamos.

 

Compartir es hacer lugar a brazos llenos, de la parte que el otro me está regalando. Porque uno aprende a dar cuando humildemente recibe.

 

En las cosas del amor el que parte y reparte, y gusta de la parte que recibe, aprendió a multiplicar. Porque todo lo que se comparte se acrecienta.

 

Cómo será de importante esto de compartir, que uno de los rostros con que el Dios de la vida, se nos muestra continuamente, es en un pedazo de pan que se parte y reparte.

 

De un compartir de Dios es que existimos. Y hacia un infinito compartir en Dios nos dirigimos.

 

Si la vida tiene un sinónimo…ese sinónimo es compartir. Dijo Jesús: “donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos” (Mt 18,20).

 

                                                                                                                

 

Rodrigo Gil