Reconciliación

viernes, 6 de noviembre de
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No se cuantas veces me he reconciliado con alguien. Quizás muy pocas veces en mi vida. Y esto sucede con la generalidad de las personas. Es increíble. Cuando rompemos con algo que amamos, una pareja, un amigo, un padre, cualquier persona que se encuentre en nuestro círculo íntimo, aunque no lo podamos admitir, se producen efectos que son bastante nocivos para nosotros mismos. Lo peor es que después utilizamos la soberbia para mantenernos firmes en nuestro rompimiento, cometiendo todavía más atrocidades contra nuestra persona. Porque si ponemos atención, el daño nos lo hacemos a nosotros mismos.

Tontamente pensamos que cuando nos alejamos de alguien o lo odiamos, o lo maldecimos, le estamos haciendo algún daño a la otra persona. El daño siempre es para uno mismo.

Tomar la decisión de arreglar las cosas nunca es fácil. Miles de pensamiento de por qué debemos dejar las cosas así nos vienen a la cabeza: revancha, resentimiento, ganas de que el otro sufra lo que sufrimos nosotros. Nadie puede sufrir por ti, ni tu puedes sufrir por otro. Por eso, si un rompimiento te envenena la vida y es por algo que tú puedes buscar arreglar, no lo pienses más y resuélvelo.

Lo mejor es que con esto gozarás tú y harás gozar a la otra persona. Si la otra persona no quiere resolverlo, ya no queda en ti, y puedes tener la paz de haber intentado todo para resolverlo.

Y si logras tu objetivo, hay algo mágico e inexplicable que es una de las mejores emociones que tiene la vida; cuando abrazas a esa persona con sinceridad, y logras la reconciliación, se siente en el pecho una paz y un alivio inexplicables y maravillosos. Te invito a disfrutar esa experiencia que desde mi perspectiva es una de las más fantásticas que encontrarás en tu vida.

 

Esteban J. Panigo