-Pedro, ¿me das tus pies? -¿Mis manos, dijeras? -No, he dicho tus pies… Tus pies embarrados de andar por la tierra; tus pies fracasados que lloran su espera; tus pies ya cansados de dar tantas vueltas; tus pies lastimados y con la misma piedra; tus pies asustados que avanzan a tientas, y al decirse no amados, van detrás de otras huellas. Necesito tomarlos. Que ésta sea hoy tu ofrenda. He venido a aliviarlos de esa falsa pureza que es andar por el mundo sin bajar la cabeza. Mira lo que hoy yo hago, ¡lo que tu Maestro te enseña! Y con tus pies ya lavados, lava los que a ti se acercan. ¡Ánda!, levántate de la mesa; “que el que humano se sabe, hermanos encuentra”. Javier Albisu
-Pedro, ¿me das tus pies? -¿Mis manos, dijeras? -No, he dicho tus pies… Tus pies embarrados de andar por la tierra; tus pies fracasados que lloran su espera; tus pies ya cansados de dar tantas vueltas; tus pies lastimados y con la misma piedra; tus pies asustados que avanzan a tientas, y al decirse no amados, van detrás de otras huellas. Necesito tomarlos. Que ésta sea hoy tu ofrenda. He venido a aliviarlos de esa falsa pureza que es andar por el mundo sin bajar la cabeza. Mira lo que hoy yo hago, ¡lo que tu Maestro te enseña! Y con tus pies ya lavados, lava los que a ti se acercan. ¡Ánda!, levántate de la mesa; “que el que humano se sabe, hermanos encuentra”.
Javier Albisu