Construir el reino

lunes, 1 de abril de
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Cuando Dios te llama a construir el Reino, lo primero que se te viene a la cabeza son dos cosas: la duda de saber si uno esta preparado, y el miedo de salir de lo que hoy llamamos “zona de confort”, y embarcarse mar adentro en la hermosa y sana locura del camino de Dios.

Pero ¿qué es para mí construir el Reino? Es en primer lugar estar convencidos que tenemos un Dios que nos ama y perdona infinitamente cuando volvemos a Él de corazón arrepentidos. Cuando confiamos en su Plan, y dejamos de lado nuestro capricho, ¿qué difícil no?. Cuantas veces nos hemos enojado porque no logramos aquello que queríamos sin saber que a veces lo que pedimos no era bueno para nuestra vida.

Construir el Reino, es dar Gracias por la infinidad de bendiciones recibidas, inclusive aquellas que no vemos o no nos damos cuenta. Es dejarse conducir por el Espíritu Santo, aún en las noches más oscuras de nuestra alma. Es dejar de hablar un poco, y escuchar… Escuchar la voz amorosa de Dios, que nos invita a seguirlo, a hacer cada día una nueva y buena vida. Porque la conversión no es un hecho sino un proceso, lleno de caídas y un volverse a levantarse, con los pies en la tierra, pero los ojos en el cielo.  El Reino se demuestra día a día en tu metro cuadrado. Manifestá el Amor de Dios, en un abrazo, una sonrisa, un mate.

Construir el Reino es abandonarse cada día a Dios, decirle: “Che me está pasando esto…”.  Arrodillarse frente al sagrario y decirle, ¿Señor… qué quieres de mí?.  Y saber que dejando nuestra mochila pesada, confiando realmente en el Plan y tiempo de Dios, podremos caminar más libres y felices.

Construir el Reino es llevar la alegría del RESUCITADO, porque los cristianos no debemos vivir con cara de “Viernes Santo”, como si seguir a Cristo fuera dolor y culpa, y nos olvidamos la alegría de la Resurrección, de un Dios que venció a la muerte, de un Dios que vence día a día “tus pequeñas muertes” que son aquellas cruces que en lo cotidiano te cuesta cargar. Sin cruz y sin muerte, no hay Resurrección; siempre son el paso previo a la nueva y buena vida que nos propone Dios. Él nos ama tanto, que no nos obliga, nos da la libertad de elegir, confiando en Él, sabiendo que aunque nos cuesta, caigamos y hasta a veces el camino se haga insoportable, Él nos dice “Te basta mi Gracia”.

 

Nahuel Composto