Te doy gracias, Señor, por este nuevo día.
No permitas que nada en nosotros sea artificial o forzado; hacé crecer en nosotros la docilidad
al Espíritu para que Tu Palabra
sea la luz que ilumine nuestra jornada.
Sostén nuestra debilidad;
conforta nuestra fragilidad; reúne nuestros pensamientos,
nuestros sentimientos, dispersos; recoge nuestras energías que
vagan atraídas por mil temores,
por mil deseos, por mil miedos:
recógelas en la unidad, en el centro de la unidad que
es tu Hijo Jesucristo.
Haznos discípulos misioneros, Testigos cotidianos de Tu Reino. Y tú, María, que nos acompañas día y noche, que conoces todos los momentos de este camino, todas las luces y las sombras, quédate cerca de nosotros para que podamos conocer, alabar, glorificar y bendecir a tu Hijo Jesucristo.
Adaptación de una oración del Card. Martini