Fue tu voluntad hacerme infinito.
Este frágil vaso mío tú lo derramas una y otra vez,
y lo vuelves a llenar con nueva vida.
Tú has llevado por valles y colinas esta flautilla de caña,
y has silbado en ella melodías eternamente nuevas.
Al contacto inmortal de tus manos,
mi corazoncito se dilata sin fin en la alegría,
y da vida a la expresión inefable.
Tu dádiva infinita sólo puedo recogerla
con estas pobres manitos mías.
Y pasan los siglos, y tú sigues derramando,
y siempre hay en ellas sitio que llenar…
Tagore