Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?”. Jesús les respondió: “¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo.
Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!”.
Palabra de Dios
P. Héctor Lordi sacerdote de la Orden de San Benito del Monasterio de los Toldos
Nos encontramos con un enfrentamiento de Jesús con los fariseos. Primero murmuraban porque Jesús perdonaba los pecados. Ahora murmuran porque los discípulos de Jesús no ayunan. Siempre tienen algún problema. Como esos que buscan la quinta pata al gato.
Los argumentos suelen ser muy flojos. Pero muestran la oposición creciente de sus enemigos. Los judíos ayunaban dos veces por semana. El ayuno que hacían era un modo de prepararse a la llegada del Mesías. Ahora que ha llegado ya, Jesús les dice que no tiene sentido dar tanta importancia al ayuno. Con unas comparaciones muy sencillas se retrata a si mismo: él es el Novio y por tanto, mientras esté el Novio, los discípulos están de fiesta; ya vendrá el tiempo de su ausencia, y entonces ayunarán. El es la novedad: el vestido viejo ya no sirve; los odres viejos estropean el vino nuevo. Los judíos tienen que entender que han llegado los tiempos nuevos. El vino nuevo es el evangelio de Jesús. Los odres viejos son la mentalidad de algunos. Como esos que son de mentalidad añeja.
Lo que se ha hecho siempre, es más cómodo. Pero tenemos que abrirnos al cambio y la novedad. Los odres nuevos son la imagen de la mentalidad nueva, el corazón nuevo. Siempre cuesta aceptar el cambio o sea el vino nuevo, hasta aceptar la mentalidad nueva que trae Cristo, rompiendo con los esquemas viejos. El ayuno sigue teniendo sentido en nuestra vida de seguidores de Cristo. De vez en cuando nos hace bien a todos el saber renunciar a algo y darlo a los demás. Nos hace bien saber controlar nuestras apetencias y defendernos del mundo del consumo que nos ofrece bienes que no suelen ser necesarios. Puede ser penitencia o por terapia purificadora.
Estamos en el tiempo en que la Iglesia «no ve» a Cristo, su Esposo. Estamos en el tiempo de su vuelta al Padre. Es tiempo de espera de su manifestación final. Un día volverá lleno de Gloria. Pero lo importante no es el ayuno. Lo importante es la fiesta, la alegría. Aunque el amor supone muchas veces renuncia y ayuno.
Pero este ayuno no debe hacer perder el tono festivo, de alegría, de celebración de los cristianos con Cristo, el Novio. El cristianismo es fiesta y comunión. Muchas veces Cristo quien se compara a si mismo con el Novio que ama a su Esposa, la Iglesia. Y eso provoca alegría, no tristeza. Tenemos que vivir la alegría de la presencia de Cristo Resucitado en medio de nosotros. Si descubrimos a Cristo en medio de nosotros la vida se transforma en una Fiesta.
Que Dios nos bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del ES, amén.