Jesús les enseñaba: “El sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó. Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto. Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno”.
Cuando se quedó solo, los que estaban junto a él le preguntaron por el sentido de las parábolas. Y Jesús les decía: El sembrador siembra la Palabra. Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos. Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría; pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.
Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y los demás deseos penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa. Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno”.
Palabra del Señor
P. Héctor Lordi sacerdote de la Orden de San Benito del Monasterio de los Toldos
Jesús con unas parábolas describe algunas de las características del Reino. La de hoy es la parábola del sembrador, que el mismo Jesús luego explica a los discípulos. Por tanto, él mismo hace la explicación o homilía.
Se podría mirar este texto desde el punto de vista de los que ponen dificultades a la Palabra como los demasiados preocupados en las cosas materiales. Pero también se puede mirar desde el lado positivo. A pesar de todas las dificultades, la Palabra de Dios, su Reino, logra dar fruto, y a veces abundante. Dará frutos al final de los tiempos, pero también ahora; en nuestra historia. Los dos sentidos se pueden aplicar y son buenos. Los que no hacen crecer la semilla de la Palabra de Dios por estar absorbidos en las cosas materiales. O que la semilla de la Palabra da igual sus frutos a pesar de tantas trabas.
Ante todo, preguntémonos ¿qué porcentaje produce en nosotros la Palabra que Dios siembra en nosotros? ¿Nuestro corazón es como el campo donde Dios planta la semilla de su Reino? ¿Sentimos que va creciendo en nosotros? : ¿un 30%, un 60%, un 100%, o sea poco, algo intermedio o mucho? Podemos preguntarnos: ¿Qué es lo que impide a la Palabra de Dios producir todo su fruto en nosotros? ¿Las preocupaciones, la superficialidad, las tentaciones del ambiente? ¿Qué clase de campo es nuestro corazón? La semilla que Dios planta es siempre eficaz y llena de fuerza. Pero ¿cómo está la tierra de nuestro corazón? Es como un campo si no lo preparo dará poco fruto. A veces la culpa puede ser de fuera de nosotros, como las piedras y espinas. A veces, es de dentro de nosotros, porque somos mala tierra y no abrimos del todo nuestro corazón a la Palabra que Dios nos dirige. No abrimos el corazón a la semilla que Dios siembra lleno de ilusión en nuestro campo.
Jesús nos asegura que la semilla dará fruto. Que a pesar de que este mundo nos parece terreno no bueno, Dios ha dado fuerza a su Palabra y germinará. No tenemos que perder la esperanza y la confianza en Dios. Es él quien, en definitiva, hace fructificar el Reino. No nosotros. Nosotros somos invitados a colaborar con él. Nosotros solo podemos abrir el corazón, como la tierra recibe a la semilla. Pero el que da el crecimiento y el que salva es solo Dios. Abramos entonces el corazón, seamos generosos. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.