“Herodes no quiere esperar.
De hacerlo, podría aparecer cualquier otro, y no está dispuesto a compartir su espacio con nadie. Por eso lo defiende, eliminando a todo aquel que en él aparezca, pues es una amenaza. Una amenaza a su espacio de poder, a su pobre esperanza de ser alguien siendo el único. Sólo espera aparecer él. Aunque esto no sea esperar sino imponerse. No puede soportar que sea otra persona la que llegue, la que pueda, la que sepa, la que tenga. Ni tampoco quiere esperar a que ello ocurra.
Por eso, sale en busca de todo el que viene; no precisamente para recibirlo, sino para alejarlo, para frenar su paso, para impedir que llegue.
Cualquier indicio que marque que las miradas no se han puesto en él, lo hacen temblar. Pues son sus miradas, las que lo sostienen. Mas lo que no sabe, es que Dios también lo mira. No para sostener su apariencia, sino para consolidar su verdad. No sabe que el espacio donde se es más uno mismo, es el espacio que se comparte entre dos. No sabe que el amor de Dios se abre camino con la fuerza del brote. Aquella que hace que el árbol, que parecía tan duro, de pronto se vuelva tierno. No sabe que Dios nos vulnera, pero no por el gusto de vernos débiles, sino para que no nos defendamos a su amor.
Un Amor, que por nosotros, no ha temido hacerse niño, y niño vulnerable. “
Javier Albisu