Evangelio según San Mateo 25,31-46

viernes, 16 de febrero de
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Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”.

 

Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”.

 

 

Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” Luego dirá a los de su izquierda: “Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron”. Estos, a su vez, le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?”. Y él les responderá: “Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo”. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna».

 

 

Palabra del Señor

 

 

 


 P. Héctor Lordi sacerdote de la Orden de San Benito del Monasterio de los Toldos

 

 

El evangelio de Mateo es exigente. Pone en boca de los protagonistas de su parábola, unas palabras como quien se sorprende: ¿cuándo te vimos enfermo y fuimos a verte? ¿cuándo te vimos con hambre y no te asistimos? Resulta que Cristo estaba durante todo el tiempo en la persona de nuestros hermanos.

 

Es el mismo Jesús que en el día final será el pastor que divide a las ovejas de las cabras, o sea: será el juez que evalúa nuestra actuación. Jesús para la caridad que debemos tener hacia el prójimo da este motivo: él mismo se identifica con las personas que encontramos en nuestro camino. Hacemos o dejamos de hacer con él lo que hacemos o dejamos de hacer con los que nos rodean. Es una de las páginas más exigentes de todo el evangelio y además se entiende demasiado.

 

No podremos poner cara de tontos, o aducir que no lo sabíamos, porque Jesús ya nos avisó. Se nos pone delante el compromiso del amor fraterno como la mejor preparación para participar de la Pascua. Si se nos pide amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos, el evangelio de hoy lo motiva de un modo muy serio. Nos dice Jesús: «cada vez que lo hicieron con ellos, conmigo lo hicieron; cada vez que no lo hicieron con uno de ellos, tampoco lo hicieron conmigo».

 

Tenemos que ir viendo a Jesús en la persona del prójimo. En la Eucaristía, con los ojos de la fe, no nos cuesta mucho descubrir a Cristo presente en el sacramento del pan y del vino. Nos cuesta más descubrirle fuera de misa, en el sacramento del hermano. Y sobre esto va a consistir la pregunta del examen final. Es bien concreto.

 

A Jesús a quien hemos escuchado y recibido en la misa, es al mismo a quien debemos servir en las personas con las que nos encontramos. «Al atardecer de la vida, como lo expresó san Juan de la Cruz, seremos juzgados sobre el amor» Y es un amor concreto: si hemos dado de comer, si hemos vestido al desnudo, visitado al enfermo, en fin, si hemos vivido la caridad fraterna. Al final de todo resultará que eso era lo único importante.

 

Oleada Joven