Evangelio según San Juan 8,31-42

martes, 20 de marzo de
image_pdfimage_print

Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: “Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. Ellos le respondieron: “Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: ‘Ustedes serán libres’?”.

Jesús les respondió: “Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado. El esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre. Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres. Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham, pero tratan de matarme porque mi palabra no penetra en ustedes. Yo digo lo que he visto junto a mi Padre, y ustedes hacen lo que han aprendido de su padre”.

Ellos le replicaron: “Nuestro padre es Abraham”. Y Jesús les dijo: “Si ustedes fueran hijos de Abraham obrarían como él. Pero ahora quieren matarme a mí, al hombre que les dice la verdad que ha oído de Dios. Abraham no hizo eso. Pero ustedes obran como su padre”. Ellos le dijeron: “Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios”. Jesús prosiguió: “Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios y vengo de él. No he venido por mí mismo, sino que él me envió.

 

Palabra de Dios

 

 

 

 


P. Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

 

 

El evangelio que compartimos hoy continúa el capítulo 8 de San Juan, del versículo 31 al 42. Jesús que se dirige a los que habían creído en Él y los invita a que su fe sea más firme todavía. Se vienen tiempos fuertes y por eso el Señor les da claves para que puedan profundizar en su seguimiento. Te propongo que recemos, que meditemos algunas cosas de la Palabra de este día.

 

En primer lugar, permanecer en la fidelidad

El Señor dice: “Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. Acá nos vamos a detener un poco. Quiero subrayar esto de “permanecer fieles”. La fidelidad y la permanencia. Vos fíjate que el Señor pone juntas dos virtudes. ¿Qué significa permanecer? Es estar, quedarnos dentro, vivir en la presencia de Dios. Justamente, la permanencia viene con la fidelidad. ¿Qué implica hoy en tu vida la fidelidad? Que seas fiel en tu relación con Dios, con los demás, en tu casa, con tu familia, en tu trabajo, en la facultad, en fin, donde estés. Ser fiel es descubrir tu identidad y mantener tus valores. Ser fiel no significa no caer, sino más bien saber levantarse y seguir caminando. Un tropezón no es caída. Por eso preguntate hacia dónde venís caminando hoy. Qué lindo es descubrir que uno puede vivir la fidelidad y permanecer en la misión de Dios con alegría. Acordate que El Señor dice que la permanencia y la fidelidad son las dos virtudes que caracterizan a los discípulos, eh. Así que, si querés ser verdadero discípulo, pedile al Señor estas dos gracias.

 

En segundo lugar, vivir y servir a la verdad

El señor dice que ser discípulo es la condición para conocer la verdad y que, justamente, la verdad nos hará libres. Esta frase tan conocida. Hoy por hoy no se habla mucho de la verdad, es más, muchos piensan que la verdad es algo que uno puede construir y que cada uno tiene su verdad. Así hemos ido despojando de contenido a la verdad y fuimos olvidando que la verdad no es una cosa, no es algo que poseamos, sino que es grande, la verdad nos posee a nosotros, la verdad es una persona, es Jesucristo. Por eso la verdad se da en un encuentro y nosotros somos llamados a ser servidores del sentido de la verdad. Hoy estamos llamados a ser servidores de la verdad, porque es fácil vivir en la mentira, porque es fácil pensar que si repetimos mucho algo, eso es la verdad. Cuando vos te convertís en amigo de la verdad, vivís con una libertad impresionante, impresionante. Porque vivo con apertura, vivo con alegría, pero sobre todas las cosas, vivo la caridad para amar y perdonar. Cuando vivo en la verdad, no ando por este mundo queriendo imponer las cosas, sino que aprendo a proponer y a escuchar. ¿Estás siendo hoy un servidor de la verdad? Acordate que hay que tener paciencia, hay que confiar en los procesos, animarse a callar y a hablar a tiempo. No te quieras llevar el mundo por delante, pedile al Señor la gracia de la sabiduría para tener las palabras y los gestos oportunos.

 

En tercer lugar, aprender a asumir

Asumir tiene que ver con la libertad que nos viene a traer el Señor. Recordá aquella frase: “lo que no se asume, no se redime”. Esto quiere decir no que no tenemos que luchar contra el pecado, porque eso siempre va a estar. Pero hay que ir más profundo: asumir nuestro pecado es aprender a integrar mi fragilidad, significa reconciliar nuestra condición de hijos amados con el hecho de que el pecado existe en nuestras vidas y probablemente existirá siempre. Por eso san Pablo dirá: “la prueba de que Dios nos ama es que Cristo siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” (Rm 5,8). No dice «cuando nos portamos bien, murió por nosotros», ni tampoco «cuando nos arrepentimos, murió por nosotros»… las palabras son: «siendo todavía pecadores, murió por nosotros», y esa es la “prueba” del amor de Dios. De aquí que sea tan importante la libertad que nos da el Señor con su muerte y resurrección. Estamos ante un gran misterio: mi debilidad puede ser una puerta de acceso a una de las experiencias más intensas y hermosas del amor de Dios en mi vida, la salvación; y que, por lo tanto, la santidad misma. Por eso huir del pecado no es huir de nuestra condición de pecadores. Traducido: necesito aprender a confiar en la misericordia de un Dios que me amó y se entregó por mí. Entonces, está bien combatir el pecado, pero ese no puede ser el punto de partida. El punto de partida eses Jesús y su misericordia. Por eso, preguntate hoy, yendo a lo concreto, ¿estás integrando y asumiendo tu fragilidad en tu vida? ¿Estás aceptando que Dios quiere darte un corazón nuevo?

Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.

 

 

 

 

 

Oleada Joven