Esta noche te tengo en brazos, Dios mío

lunes, 23 de diciembre de
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Esta noche te tengo
en mis brazos, Dios mío,
y al estrechar tu cuerpo
pequeño y desvalido,
siento que la mirada
de amor con que te miro
no es de siervo a Señor,
sino de padre a hijo.

Dios mío,
Dios mío,
hoy eres hijo mío.
En el silencio inmenso
de la noche, Dios mío,
me pareces más débil
y hasta más pequeñito;
y en este desamparo
te descubro tan mío
que me quema tu sed
y me hiela tu frío.
Dios mío,
Dios mío.

Hoy eres hijo mío.
Al pensar en los años
que te esperan, Dios mío,
con dos leños cruzados
al final del camino,
tengo miedo del tiempo
y quiero interrumpirlo,
con ansia de que seas
eternamente niño.

Dios mío,
Dios mío,
hoy eres hijo mío.
Y te pido que nunca
me abandones, Dios mío;
que renuncies a todo
por quedarte conmigo;
que te tenga en mis brazos
como ahora, dormido,
y que no te despiertes
hasta el fin de los siglos.

Dios mío,
Dios mío,
hoy eres hijo mío.

Francisco Luis Bernárdez