Nro. 51 – Si Dios lo sabe todo, ¿por qué no impide entonces el mal?

jueves, 12 de diciembre de
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«Dios permite el mal sólo para hacer surgir de él algo mejor» (Santo Tomás de Aquino). [309-314,324]

El mal en el mundo es un misterio oscuro y doloroso. El mismo Crucificado preguntó a su Padre: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46). Hay muchas cosas incomprensibles. Pero tenemos una certeza: Dios es totalmente bueno. Nunca puede ser el causante de algo malo. Dios creó el mundo bueno, pero éste no es aún perfecto. En medio de rebeliones violentas y de procesos dolorosos se desarrolla hasta su consumación definitiva. De este modo se puede situar mejor lo que la Iglesia denomina el mal físico, por ejemplo, una minusvalía de nacimiento o una catástrofe natural. Por el contrario, los males morales vienen al mundo por el abuso de la libertad. El «infierno en la tierra» (niños soldado, ataques de terroristas suicidas, campos de concentración) es obra de los hombres la mayoría de las veces. Por eso la cuestión decisiva no es: «¿Cómo se puede creer en un Dios bueno cuando existe tanto mal?», sino: «¿Cómo podría un hombre con corazón y razón, soportar la vida en este mundo si no existiera Dios?». La Muerte y la Resurrec­ción de Jesucristo nos muestran que el mal no tuvo la primera palabra y no tiene tampoco la última. Del peor de los males hizo Dios salir el bien absoluto. Creemos que en el Juicio Final Dios pondrá fin a toda injusticia. En la vida del mundo futuro el mal ya no tiene lugar y el dolor acabará. 40, 286-287

 

 

Material extraído del YouCat,

 

Catecismo Joven de la Iglesia Católica.

 

 

 

Ediciones Encuentro, Madrid 2011.

 

 

 

Parte I: Lo que creemos.

 

 

 

 

 

 

 

Nos puede ayudar para la reflexión:

 

1. ¿En qué episodio de tu vida experimentaste la verdad de las palabras de Santo Tomás?

2. ¿Cuál puede ser la actitud frente a los males presentes, de quien sabe que “Dios es totalmente bueno”?

3. Podés meditar 3′ esta frase de Rm 8,28 “Dios dispone todo para el bien de los que lo aman”.

 

P. Fernando Goicochea