Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo:”Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros.Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno.
Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.Consagralos en la verdad: tu palabra es verdad.Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo.Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.”
Palabra de Dios
P. Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca
Hemos celebrado la Ascensión de Jesús al cielo y nos mantenemos a la espera de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Estamos compartiendo junto con toda la Iglesia el capítulo 17 del evangelio de san Juan, versículos del 11b al 19, la oración sacerdotal de Jesús. Es interesante ver cómo el Señor se relaciona con el Padre y sigue pidiendo por cada uno de nosotros, los que estamos en el mundo pero no somos del mundo.
Meditemos algunos puntos:
En primer lugar, llenar nuestra oración de intercesión.
Vemos lo lindo que es encontrar al Señor orando por los demás, por sus hermanos. Y esto es todo un ejemplo de cómo vos y yo tenemos que aprender a orar: pedir los unos por los otros. A veces nuestra oración está llena de pedidos personales, de mirarnos el ombligo y no preocuparnos por los demás. Pero Jesús no hacía así, y eso te puede ayudar. Empezar a mirar más a los costados, permitirnos compadecernos por los demás, hacer nuestra la cruz del que tenemos al lado para entregársela al Señor y que sea Él el que consuele. Acordate, siempre por los demás hay que interceder mucho. Que tu oración y la mía se llenen de nombres, caras e historias concretas que Dios va a saber escuchar.
En segundo lugar, vivir la santidad hoy.
Nos encontramos a Jesús, que también pide por los que Él llamó, por los que están cerca de él, por los que lo buscan. Y habla del mundo, porque el mundo los odia, como lo odió a él. Dice el Señor, ellos están en el mundo, pero no son de este mundo. Qué interesante que es comprender esto porque no tenemos que irnos, el escaparnos nunca es la solución. Justamente, por ahí empieza la santidad, por confiar en que el Señor nos sostiene y protege para que demos testimonio del amor de Dios. La santidad, tu santidad y la mía, consiste en que descubras la presencia de Dios y ames cada día lo que te toca vivir. No huyas. ¿Qué te parece si, a partir de mirar el evangelio de hoy, podemos darnos la oportunidad de amar en el hoy?
Por último, vivir en la verdad.
El señor habla de la necesidad de evangelizar, dice que nos envió. Llevamos a Jesucristo porque estamos consagrados en la verdad. Es bueno poder renunciar en nuestra vida a la ilusión, a la mentira y aceptar la verdad en nuestra vida, aceptar a Jesús y comunicarlo a los demás. La verdad te trae el amor, la esperanza, la paz y la alegría. Pedile al Señor vivir en el Espíritu de la verdad.
Que Dios te bendiga y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañen siempre. Amén.