Evangelio según San Mateo 7,1-5

lunes, 25 de junio de
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Jesús dijo a sus discípulos: No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes. 

 

¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? 

 

¿Cómo puedes decirle a tu hermano: ‘Deja que te saque la paja de tu ojo’, si hay una viga en el tuyo? 

 

Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano. 

 

 

Palabra de Dios

 

 


 

P. Héctor Lordi sacerdote de la orden de San Benito

 

 

Jesús nos pide de no juzgar. Solo puede juzgar aquel que puede salvar, y como solo Dios puede salvar, solo El puede juzgar. Se nos hace una comparación que nos resulta muy plástica. Vemos la paja o la basurita en el ojo de los demás y no vemos la enorme viga en el nuestro. Es una imagen exagerada, pero lo que busca es impactarnos para que nos demos cuenta.

 

 

El aviso de Jesús es claro: se nos juzgará como juzguemos nosotros a los demás. La medida que usemos para los demás se usará para nosotros. Si nuestra medida para con los demás es dura, también será dura para nosotros. Si nuestra medida para los demás es de misericordia, Dios nos tratará con misericordia. Es lo mismo que afirma la petición tan exigente del Padrenuestro: «perdónanos como nosotros perdonamos». O sea que con la medida que perdonemos a los demás, seremos nosotros perdonados por Dios.

 

 

¡Cuántas veces nos dedicamos a juzgar a nuestros semejantes! Juzgar significa meternos a jueces. Y la mayoría de las veces lo hacemos sin tener en la mano todos los datos de su manera de actuar, sin darles ocasión de defenderse, y sin escuchar sus explicaciones.

 

 

Los defectos que tenemos nosotros no los vemos, pero sí vemos la más pequeña basurita en el ojo del vecino. Solemos ser duros con los demás y suaves con nosotros mismos. Algunos son puros, pero duros con los demás. Es preferible ser impuro y pecador, pero humilde. Se nos podría acusar de ser hipócritas, como el fariseo que se gloriaba ante Dios de «no ser como los demás». El se las daba de justo y cumplidor. Y se creía mejor que los demás. Y este es un pecado grave cuando nos creemos mejores que los demás. Y en realidad no somos mejores que nadie. Somos pecadores perdonados por pura misericordia de Dios. Y esto nos tendría que cambiar. Al experimentar la misericordia de Dios en nuestra vida nos tendría que ayudar para ser misericordiosos con los demás.

 

 

Jesús nos enseña a ser más tolerantes, a ser más pacientes, a no estar siempre criticando, a no sacarnos el cuero, a saber cerrar un ojo ante los defectos de los demás, porque también ellos, seguramente, ven nuestros defectos. Y no solo los ven sino que nos bancan como somos, y nos perdonan los defectos que tenemos, y no los están echando en cara como solemos hacer nosotros. Que Dios nos quite el rigor justiciero, nos regale un corazón misericordioso, y a todos nos bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.

 

 

 

 

 

Oleada Joven