El Cura Gaucho Brochero

miércoles, 18 de enero de

 Declaración de la 144ª Reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina (23 de agosto de 2006) para los 140º Aniversario de la Ordenación Sacerdotal de José G. Brochero

 

 

Un rasgo típico de su larga trayectoria como párroco fue la presentación del Evangelio mediante un lenguaje vívido y cercano a la comprensión de la gente sencilla. Su preocupación estuvo en iluminar la vida de sus fieles a partir de la Palabra de Dios atento siempre a las circunstancias concretas de la vida de los mismos.

 
 
 
 
 
Durante sus cabalgatas y viajes se entregaba también a la oración silenciosa y continua de donde más tarde brotaría su predicación. Sus ratos largos orando delante de la Eucaristía como así también su amor y devoción a la Santísima Virgen María, le dieron esa profundidad que es propia de la palabra que brota de la contemplación y que luego se expande en la acción apostólica.
 
 
Convencido de que los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola eran un medio excelente para llevar a sus fieles a Dios, se convirtió en un gran propulsor de los mismos. A tal fin construyó con sus fieles una Casa de Ejercicios en donde llegaron a darse tandas hasta de 800 participantes cuyo fruto más notable e importante fue el cambio de vida de muchísimos hombres y mujeres. Estos “baños del alma”, como denominaba a los Ejercicios Espirituales ignacianos, lo llevó a predicarlos también en otras partes del país (Santiago del Estero, Tucumán) y a los presos de la Penitenciaría de Córdoba.
 
 
 
 
 
 
En cada una de las etapas de su vida sacerdotal, el Cura Brochero se interesó también por la promoción humana de sus fieles, la enseñanza, los caminos, el ferrocarril. Su corazón sacerdotal  se volcó siempre en el servicio hacia los más necesitados. Por esta razón, estuvo dispuesto a golpear todas las puertas y a buscar a todos aquellos que puedan darle una mano a fin de conseguir los medios temporales necesarios para que sus feligreses alcanzaran una vida más digna y cristiana. Sus gestos sacerdotales procedían del amor de Cristo Pastor que busca al hombre necesitado de paz y de perdón, de justicia, de verdad.
 
 
 
 
Todo aquel que reclamaba su presencia sacerdotal (particularmente los enfermos y moribundos cuya atención normalmente requería el recorrido de decenas de kilómetros a caballo) hallaron  en él al ministro de Dios siempre dispuesto a servirles hasta el fin: “Yo me felicitaría si Dios me saca de este planeta sentado confesando y predicando el Evangelio.” (3). Brochero conoció también el dolor de las pruebas en su intensa vida apostólica: críticas e incomprensiones de algunos sacerdotes, religiosas y fieles; indolencia de algunos gobernantes ante sus pedidos de colaboración (particularmente su sueño irrealizado del ferrocarril) y finalmente su lepra y su soledad, en las que descubrió de manera impensada la fecundidad de su entrega como sacerdote.
 
 
Mirando su vida hallamos reflejado un ejemplo viviente para todo sacerdote y un ejemplo concreto y profético de lo que nuestro pueblo anhela ver realizado en sus pastores. Ya lo señalaba un periodista en un artículo escrito en un diario cordobés en 1887:
 
Es un hombre de carne y huesos: dice misa, confiesa, ayuda a bien morir, bautiza, consagra la unión matrimonial, etc.  Y sin embargo es una excepción: practica el Evangelio. ¿Falta un carpintero? Es carpintero. ¿Falta un peón? Es un peón. Se arremanga la sotana en donde quiera, toma la pala o la azada y abre un camino público en 15 días, ayudado por sus feligreses. ¿Falta todo? ¡Pues él es todo! y lo hace todo con la sonrisa en los labios y la satisfacción en el alma, para mayor gloria de Dios y beneficio de los hombres, y todo sale bien hecho porque es hecho a conciencia. Y no ha hecho solamente caminos públicos: Ha hecho también una buena Iglesia. Ha hecho, además, un gran colegio… ¡y todo sin subsidio de la Provincia, sin erogación por parte de los miembros de la localidad! Lo ha hecho todo con sus propias garras! ¿Milagro? No. La cosa es muy sencilla. Es cuestión de honradez y voluntad. En otros términos: es cuestión de haber tomado el apostolado en serio, como lo ha tomado el cura Brochero“.
 
 
 
 
 
Anhelamos vivamente que este gran sacerdote que tanto amó a su pueblo, sirva de modelo y estímulo para todos los sacerdotes del Pueblo de Dios, especialmente los de nuestra Patria, y que su figura aliente a todos los argentinos en la búsqueda fraterna, humilde y confiada del Reino de Dios. 

 

 

 

Oleada Joven