En estos tiempos en donde mirar la realidad con esperanza se nos hace difícil, necesitamos recobrar la pasión por la simpleza, renovar nuestro interior con el coraje y la lucha que implica la conversión.
En este tiempo, en este camino, nos es necesario alegrarnos en el amor sincero, ese que tiene horror del mal y pasión por el bien primero.
Alegrarnos en la cordialidad al hermano, esa tierna aventura de volver humano lo extraño.
Alegrarnos en la espera cuando el tiempo cruel desespera; cuando el vacío del alma es arena y aspereza.
Alegrarnos perseverantes en la oración que con pasión nos da consuelo, nos calma la vida, nos llena de luces el sendero.
Alegrarnos en la práctica generosa de la hospitalidad, en disponer la escucha, abrir la casa y abrazar la angustia.
En este camino se da el tiempo ideal, el tiempo real. Este tiempo es nuestro tiempo.
Es el tiempo de la fe, de la unión y de la entrega. Es el tiempo que esperamos la venida, la liberación. Tiempo que esperamos con alegría la llegada del amor.