Lunes 21 de Enero del 2019 – Evangelio según san Marcos (2,18-22)

viernes, 18 de enero de
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En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?».

Jesús les contesta:
«¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar. Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día.

Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».

 

Palabra de Dios

 


P. Hector Lordi sacerdote de la orden de San Benito

 

Los judíos ayunaban algunas veces a la semana. El ayuno que hacían era un modo de prepararse a la venida del Mesías. Ahora que ha ya llegado Jesús, no tiene sentido dar tanta importancia al ayuno. Jesús con unas comparaciones sencillas se retrata a sí mismo diciendo que él es el Novio y por lo tanto, mientras esté el Novio, los discípulos están de fiesta. Ya vendrá el tiempo de su ausencia, y entonces ayunarán. El es la novedad, el vestido viejo ya no sirve. Debemos tirar los vestidos añejos y revestirnos de Cristo que nos hace hombres nuevos para amar y servir. Los odres viejos no pueden contener el vino nuevo que tiene fuerza y los revienta. Como han llegado los tiempos nuevos se requiere un cambio. El vino nuevo es la buena noticia de Jesús. Los odres viejos son las estructuras rígidas y la mentalidad cerrada y añeja que se aferra al cumplimiento de normas que dan seguridad, pero no pueden engendrar vida. Solo Jesús trae la novedad que da la vida.

Lo que se ha hecho siempre, muchas veces es más cómodo. Además algunos quieren imponer un esquema porque siempre se hizo así. Pero si queremos tener vida, tenemos que abrirnos al cambio y la novedad. Los odres nuevos son la imagen de la mentalidad nueva, del corazón nuevo, que acepta la novedad del evangelio. Siempre cuesta aceptar el cambio o sea el vino nuevo que trae Jesús, y optar por lo novedoso que nos sorprende, desestabilizando y rompiendo esquemas viejos. El ayuno sigue teniendo sentido. De vez en cuando nos hace bien renunciar a algo y darlo a los demás. Nos hace bien controlar nuestras apetencias y defendernos del mundo consumista que nos ofrece bienes que no son necesarios y termina consumiéndonos.

Estamos en el tiempo en que la Iglesia no ve a Cristo, su Esposo, con los ojos corporales. Como ha vuelto al Padre, nos caracteriza un tiempo de espera de su manifestación final. Un día volverá luminoso lleno de gloria. Pero lo importante ahora no es el ayuno. Lo importante es la fiesta y la alegría. Aunque el amor supone muchas veces renuncia y ayuno.

Pero este ayuno no debe opacar el tono festivo, de alegría, de celebración de los cristianos con Cristo, el Novio. El cristianismo es fiesta y comunión. Muchas veces Cristo es quien se compara a sí mismo con el Novio que ama a su Esposa, que es la Iglesia. Y eso provoca gozo y no tristeza. Porque donde está Cristo hay alegría. Tenemos que vivir la alegría de la presencia de Cristo Resucitado en medio de nosotros. Cuando descubrimos a Cristo en medio de nosotros acompañando la marcha de nuestro pueblo peregrino, la vida se transforma en una Fiesta.