En mi pequeñez, te alabo, Señor, porque sos todo. Estás en el lado más hermoso de la vida, pero también en el más duro. Porque sos la búsqueda y lo que encuentro, el camino que transito y el destino al que llego. Porque sos el abrazo y sos los brazos que me abrazan. Sos todo, Jesús.
Sos mi carcajada más honda y mis lágrimas más sentidas, sos mis ganas de volver cuando me alejo, sos la vida entera y más. Sos todo lo lindo que ni puedo imaginarme. Sos todo, Jesús.
Sos la muerte en la cruz y la esperanza que nos reaviva en la resurrección. Sos todo lo que está fuera y dentro de mí. Sos todo, Jesús. Mi todo.