Necesito de ti… No te obligo, pero necesito de ti para realizar mis planes de amor. Si tú no vienes, una obra quedará sin hacerse que tú, sólo tú puedes realizar. Nadie puede tomar esa obra, porque cada uno tiene su parte de bien que realizar. Mira el mundo: los campos cómo amarillean, cuánta hambre, cuánta sed en el mundo. Mira cómo me buscan a mí, incluso cuando se me persigue…
Hay un hambre ardiente, atormentadora de justicia, de honradez, de respeto a la persona; una voluntad resuelta a hacer saltar el mundo con tal que terminen explotaciones vergonzosas (…) Hay un hambre en muchos de Religión, de espíritu, de confianza, de sentido de la vida.
¿Difícil? ¡Sí! El mundo no lo comprenderá… Se burlará… Dirá: ¡exageraciones! ¡Que se ha vuelto loco!. De Jesús se dijo que estaba loco, se le vistió de loco, se le acusó de endemoniado… y finalmente se le crucificó. Y si Cristo viniera hoy a la tierra, horror me da pensarlo, no sería crucificado pero sería fusilado.
(…) En la gran obra de Cristo todos tenemos un sitio; distinto para cada uno, pero un sitio en el plano de la santidad. En la cadena de la gracia que Dios destina a la bondad, ¡yo estoy llamado a ser un eslabón! Puedo serlo, puedo rechazar, ¿qué haré? La respuesta: Plantearme este problema a fondo ¡y responder con seriedad!
Muchos jóvenes no tendrán el valor de planteárselo. Será superior a sus fuerzas pero, ¿si pensaran en las fuerzas de Cristo? Si pensaran que con Cristo, ellos también podrían ser santos. ¡Que no se refugien en la cobardía del puro deber!
Otros darán la limosna de algo. ¡¡Algo es!! Peor sería nada. ¡Pero no es eso lo que Cristo pide! No hay que ofrecer otra cosa, insistiendo que es buena, cuando Cristo pide otra mejor: La voluntad de Dios única y sola.
Los tesoros son los jóvenes generosos, los que se entregan y se involucran; y para estar seguros de hacer la voluntad del Señor, “actuando contra su sensibilidad” abrazan lo más difícil en espíritu, lo piden, lo suplican les sea concedido… y sólo dejarán ese tipo de entrega si el Señor les muestra su camino en un terreno más suave. Pero, en cuanto está de su parte, ¡a aquello van!
San Alberto Hurtado
“Un fuego que enciende otros fuegos”