Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: ‘Ya viene el esposo, salgan a su encuentro’. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: ‘¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?’.
Pero estas les respondieron: ‘No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado’. Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’, pero él respondió: ‘Les aseguro que no las conozco’.
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Palabra de Dios
P. Nicolás Retes sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires
¡Queridos amigos de Oleada Joven! Compartimos con ustedes el evangelio de este día Viernes, primero de Septiembre, el cual nos relata a 10 jóvenes, como escuchamos recién, que estaban preparándose para el encuentro con el esposo y tenían que tener aceite para su lamparas.
Tenían que ser previsoras, justamente para que, no se les agotará el aceite de estas lámparas, pero bueno, acá la clave está en que nadie sabía en qué momento iba a llegar el esposo.
Muchas veces nos pasa lo mismo en la vida, no somos precavidos, nos dormimos, no estamos atentos, no estamos despiertos a los signos de los tiempos, que nos va presentando el mundo de hoy.
Y es verdad, hay signos que son más del mundo, hay signos que vienen por supuesto del Espíritu Santo, está en nosotros saber discernir, saber darnos cuenta, que nos pide el Señor en este momento de nuestras vidas.
Sin dudas nos pide prudencia, nos pide estar despiertos, alertas, porque no sabemos ni el día ni la hora. Pero esto no es para ponernos nerviosos, para asustarnos, sino al contrario, es una forma de aviso, para estar siempre “como entrenados”. Tener siempre lista la bicicleta: para salir a andar, tardear. Tener el equipo deportivo preparado para salir a correr; en fin… Tener un corazón dispuesto y atento a los pequeños signos que van pasando alrededor nuestro y en nuestra vida.
Le pedimos al Señor entonces la gracia de tener un corazón receptivo, abierto, despierto. Que tenga contacto con la realidad, que no esté anestesiado.