Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. El se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos.
Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?”. Jesús, que había oído, respondió: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Palabra de Dios
P. Nicolás Retes sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires
Este “sígueme” que escucha Mateo en lo profundo de su corazón, también resuena en el nuestro, es un llamado que Dios nos hace a cada uno de nosotros.
Y si bien Mateo era un recaudador de impuestos, bueno, Jesús no tiene problemas de llamar a cada persona, no importa su condición, no importa a qué se dedique, no importa cuales sean sus pecados, Dios tiene, podríamos decir así, debilidad por nuestras fragilidades, Él se enternece, hay ternura en Su corazón por cada uno de nosotros; de allí que los discípulos que no entendían esto, y sobre todo los fariseos se preguntaban por qué el Maestro come con publicanos y pecadores, con gente de mala reputación, podríamos decir hoy.
Y Jesús se lo deja bien claro: “no son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos”. Todo aquel que se siente necesitado de la gracia de Dios encuentra en Jesús un gran alivio, encuentra como una casa para penetrar en ella y encontrarse con el amor.
Por eso el llamado de Jesús es para aquellos que se sienten tristes, solos, pecadores, que creen que ya no hay esperanza en este mundo. Aquellos por el contrario, que ya están llenos de la gracia de Dios, que han encontrado su camino, que viven a pleno su vocación, no es que no lo necesiten a Dios, porque Dios sostiene a todos, pero Dios siente predilección, tiene debilidad por aquellos que la están pasando mal; por lo tanto no dejes de rezar, no dejes de pedirle que derrame su gracia en tu vida, que te ayude a convertirte, a cambiar aquellas cosas que te cuestan.
El llamado de Jesús, ese “sígueme” es para todos.