Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: “Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”.
Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
Palabra de Dios
P. Nicolás Retes sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires
¡Queridos amigos de Oleada Joven!
El evangelio de este Viernes, 24 de Noviembre, tomado del evangelista San Lucas, nos presenta esta descripción que hace Jesús al echar a los vendedores del templo, porque han convertido… ¡y acá viene la descripción! : “Su casa en casa en una cueva de ladrones”.
Esa casa que estaba destinada a la oración. Y si bien el texto se refiere al templo de forma física, también puede estar haciendo referencia a nuestro interior, nuestra casa, nuestra alma, nuestro corazón.
Muchas veces también puede convertirse en una cueva de ladrones si no cuidamos nuestro propio interior, el corazón, la sede de los sentimientos. Allí donde habla Dios, la conciencia.
Nuestra casa también se puede ensuciar si dejamos entrar al mal espíritu , al enemigo a través de las malas obras, por eso es importante recordar como estamos por dentro.
Recordemos que por la acción del Espíritu Santo, nosotros somos TEMPLO del Espíritu Santo, y por lo tanto estamos llamados a vivir la nueva vida de la Gracia. La gracia que nos sostiene, que nos invita a tener una vida más plena.
Le pedimos al Señor entonces, en este día, en este día Viernes, poder realmente revisar ¿Cómo anda nuestra vida? ¿Cómo anda nuestro corazón? y si hace falta una limpieza interior ¡bueno!, no tengas miedo en recurrir a Jesús.
Pedile perdón, pedile que perdone todos tus pecados a través del sacramento de la reconciliación , pero antes de ir a confesarte REZA primero.
¡HABLA CON DIOS! presentale tu corazón, prepara realmente lo que vas a decir y luego, por supuesto, con la ayuda de la gracia que nos llega a través del sacramento de la confesión, de la reconciliación, recibí el perdón de Dios, que realmente es algo que alivia muchísimo y no solo es el perdón de Dios sino que nos ayuda también a poder vivir con intensidad, vivir con plenitud la vida que Dios nos ha regalado.
Que el Señor nos regale entonces humildad para poder reconocer cómo estamos viviendo y también coraje, fuerza, parresía para poder transformar este mundo con su Gracia.