Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra de Dios
P. Gustavo Gatto sacerdote de la Diócesis de Villa María
Seguimos con el espíritu de Navidad a lo que llamamos la octava de Navidad, la gran celebración del nacimiento de Jesús.
En el evangelio de hoy, luego de presentar a la anciana Ana que , reconoce y alaba a Dios por la presencia del Salvador, el Niño Jesús.
Se dice que Jesús , Maria y José se fueron a Nazaret donde vivieron y en dónde Jesús iba creciendo.
En pocas palabras el evangelio nos resume la vida de Jesús. Dios se hizo uno en nosotros y vivió la normalidad de nuestras vidas. Con sus días grises, momentos buenos y malos, con sus dificultades, Jesús iba creciendo.
Este tiempo de Navidad es lindo para para contemplar nuestra propia hamanidad, mirarlo a Jesús y ahí descubrir quiénes somos cada uno de nosotros. ¡Feliz y bendecido 2018 para todos!