Oración a la Virgen hecha por mí…

lunes, 16 de enero de
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“María, Madre de la Misericordia,
tu hogar que ha sido pobre y modesto,
rico en la cultura del esfuerzo y del trabajo,
humilde en los valores, principios y virtudes.
 
 
Tú que en tu santa inocencia dijiste “SI”
a los brazos de Dios y por tu amor maternal
nos trajiste sin dudar la Salvación.
Mira con ternura al que no tiene su pan cotidiano,
al que tiene hambre y sed de justicia,
al que pasa frío sin tener una mano amiga
que lo sostenga con el calor de la empatía.
 
 
Sostiene al que sufre por la sed de trabajo,
al que padece la angustia de la enfermedad,
al que elige los malos caminos por necesidad.
Ayuda al que llora por la carencia de simpatía,
al joven quien no recibe el abrazo hogareño,
al huérfano quien carece de sincero afecto,
al anciano que gime en silencio su soledad,
a esa abuela que tiene deseo de compañía,
al que lucha por salir de la miseria,
al que debe aprender el valor de la voluntad.
 
 
Conforta a la madre que ve morir a sus hijos,
al que por desesperanza cae en la adicción,
al quien por no conocer guía, languidece en prisión.
Así como elegiste a Bernardita, Pura Concepción,
así como abrazaste a Juan Diego en la más dulce compasión,
así como quisiste a los tres pastorcitos en tu Inmaculado Corazón,
así como tomaste a la Magdalena como hija tuya,
en la tristeza de su desesperación,
así como comprendiste a Pedro,
oprimido por la inseguridad de la negación,
así como perdonaste a Judas,
en el doloroso acto de su traición,
así como recibiste a Juan como
el hijo que Jesús en la cruz te dejó,
así como consolaste a las fieles mujeres
que lloraban de dolor la muerte de su Divino Salvador,
así como acompañaste a los apóstoles
en los duros momentos de la gran misión.
 
 
Muéstranos con generosidad a tu Hijo, el Celestial Redentor,
sé la Luz de la Iglesia en la tarea de construir la paz y la generosidad,
ayúdanos a mirar en todos a Jesús, la Vida, el Camino y la Verdad.
Que nunca le neguemos el cariño a quien padece en desgracia,
que nadie quede desilusionado del consuelo del Eterno Creador.
 
 
Enséñanos a ser puentes y no muros,
a ser compañeros y no desconocidos,
a pedir perdón y ser perdonados.
 
 
Madre de Nazareth, tú que nunca le negaste una caricia al enfermo,
el pan al hambriento, el agua al sediento, un beso al abandonado.
Ayúdanos a comtemplar al mundo con los ojos de Nuestro Señor,
ampáranos con tus manos enaltecidas de tu Devota Maternidad.
Virgen Bendita, que siempre seamos la luz de Cristo en la oscuridad
y que siempre aprendamos a obedecer las palabras del “Emmanuel”,
que nunca se nos olvide que lo que hagamos con 
los más pequeños de sus hermanos se lo hicimos siempre a Él.
 
Amén
 
 
 
Exequiel Dominguez

 

Exequiel Dominguez