Muchas veces escuchamos que como jóvenes cristianos debemos ir contracorriente, pero hacia dónde, cuál es el destino que queremos alcanzar, o es un simple ir contracorriente como para hacer “algo diferente, algo distinto”. Permitime decirte que no es así. Nuestro peregrinar contracorriente tiene una dirección bien concreta: la Eucaristía. Es ahí donde se juega nuestro destino, donde tenemos que “desembocar”, donde todas nuestras fatigas de luchar diariamente tienen que encontrar su descanso y su sentido.
Es la mismísima Eucaristía contracorriente, ya que, en palabras de Carlo Carretto en su libro “cartas del desierto” sostiene lo siguiente: “El mundo tiene gran necesidad de Él y Él no habla. Los hombres tienen gran necesidad de Él y Él no se mueve. Realmente la Eucaristía es el silencio de Dios, la debilidad de Dios. Reducirse a pan, reducirse a silencio mientras el ritmo del mundo es tan ruidoso, tan convulso, tan poderoso. Se diría que el mundo y la Eucaristía marchan en sentido contrario”.
Y realmente es así, reducirse cuando todos buscan agrandarse, humillarse cuando todos buscan enaltecerse, servir cuando todos buscan ser servidos, “ser derrotado” en la Cruz cuando todos buscan salir victoriosos. Es ahí donde tenemos que ir: al silencio de la Eucaristía, al silencio de su Presencia, a ese pequeño pedazo de Pan que llena de sentido nuestras vidas.
A vos que estás leyendo te pregunto: ¿es allá donde vas?¿Es hacia la Eucaristía donde se dirige tu vida? Es Jesús quien desde el silencio, desde lo sencillo te está llamando, te está invitando a caminar hacia Él. ¡Animate a ir contracorriente hacia Él! Animate a detenerte, a callar, a escuchar, a adorar, a estar con el Amor (sí, así con mayúscula). Que nuestro sentido sea siempre Jesucristo.