Eso es lo bonito.
Que el que mira, al final, descubre.
El que busca, al final encuentra.
Y entonces hay instantes de esos que se convierten en referencia.
Memorias que nos dan motivos para caminar.
Vivencias que ya nadie nos puede quitar.
Caricias que se convierten, para siempre, en roce vivo.
Instantes de comunión en los que la fe, por un rato,
tiene más de respuesta que de pregunta.
Celebraciones auténticas.
Fiestas donde la alegría es tan real que sonríes al recordarlo.
Fuente: pastoralsj.org