Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.
Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Palabra de Dios
P. Nicolás Retes
El evangelio de este viernes nos presenta un tema difícil, un tema complicado que es la reconciliación, el perdonar a nuestros hermanos que nos ofenden, cuando estamos peleados con ellos, cuando estamos irritados.
Dios nos propone que revisemos cómo está nuestra vida con los demás antes de ir a presentar nuestra ofrenda al altar, antes de llevar al altar del Señor nuestros dones, lo que estamos viviendo en nuestra vida, que nos fijemos cómo está la relación con el prójimo y da algunos ejemplos en el evangelio de este viernes: nos habla de “ustedes escucharon que se dijo no matar” bueno, si ustedes directamente al irritarse con el hermano ya están en la dificultad ¿por qué? Porque está marcando cuando entra el odio al corazón humano, cuando el mal empieza de a poquito a apoderarse de nuestra conciencia, de nuestros corazones. Por eso es tan importante reconocer lo que nos pide hoy en el evangelio Jesús, Él nos invita no simplemente a evitar el mal, eso si por supuesto, sino nos invita a dar un paso más atrás está el tema del amor, la plenitud de la ley se da cuando logramos amar a nuestros hermanos con la gracia de Dios, con el amor que hemos recibido de Él.
En realidad no es fácil vivir de esta manera, es todo en una corriente de gracia, es todo envueltos con el amor de Dios y en Su presencia ¿quién podrá vivir de esta manera? aquel que rece, aquel que revise su vida todos los días, aquel que realmente no se contente simplemente con no hacer el mal, evitar el mal al prójimo, si bien eso es correcto y está bien y sirve para que las relaciones mejoren el punto de vista católico, lo que nos pide la Palabra de Dios es que no nos contentemos sólo con eso, que busquemos amar de corazón, y así nuestra vida va a cambiar, la calidad de nuestras relaciones con el prójimo va a ser distinta. Y es verdad que uno no puede llevarse bien con todo el mundo, siempre hay alguna que otra discusión, confrontación, puntos de vistas diferentes pero el tema es la actitud de fondo, la actitud del corazón, un corazón reconciliado con Dios hace que se pueda reconciliar también con los hermanos.
Pidámosle al Señor la gracia entonces de tener un corazón que busque siempre crecer, avanzar en ese amor con Dios y eso se da conociéndolo más a Jesús, “gastando tiempo” con Jesús, rezando, hablando, realizando obras de caridad, teniendo en cuenta siempre la Palabra de Dios, la palabra de vida que es la que nos ayuda a crecer. Que María nuestra Madre nos enseñe el modo de relacionarnos cada vez mejor con nuestros hermanos y con Dios.