Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: “No, debe llamarse Juan”.
Ellos le decían: “No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre”. Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: “Su nombre es Juan”. Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: “¿Qué llegará a ser este niño?”. Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.
Palabra de Dios
P. Nicolás Retes sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires
El evangelio de este viernes 24, queridos amigos de Oleada joven,nos presenta esta hermosa historia de amor: una señora, una mujer, Isabel, que no puede tener hijos, y sin embargo Dios se apiada de ella.
No es el único caso en la biblia hay muchos otros, Dios da frutos donde nadie los espera, Dios hace crecer donde ni se nos ocurre que podría pasar algo así. Bueno con Isabel ocurre lo mismo: Dios tiene misericordia de ella, la ha tratado con gran amor, sus vecinos se alegran por ello y realmente Zacarías de algún modo también, aunque ha quedado mudo frente a toda esta situación que escuchamos recién en el evangelio.
Así son las cosas de Dios: en lo pequeño, en lo humilde Dios hace crecer. Qué lindo pensar para nosotros lo mismo, que somos conducidos de esta manera por Dios, que Él nos trata también con gran misericordia, porque nos ha elegido, nos ha amado, nos ha regalado el don de la vida y nos dio también una misión para ejercer, para realizar, para concretar aquí en la tierra.
Se trata detener un corazón bien dispuesto, abierto a Su gracia , a Su amor, para poder comprender este llamado de Dios a transformar el mundo con Su palabra.
Sepamosnos entonces queridos hermanos, queridos, amados, elegidos por Dios.