Cuando miramos a Jesús en la cruz siempre lo vemos con los brazos abiertos, son esos brazos los que nos esperan para abrazarnos en todo momento, sobre todo cuando más lo necesitamos. Es allí cuando podemos y debemos acudir a Él pero muchas veces nos olvidamos de eso y sufrimos mucho, no recordamos que podemos acudir a Jesús para que Él pueda aliviarnos de verdad y porque nos olvidamos recurrimos a otras cosas que nos hacen peor y nunca terminan de sanarnos del todo. Estas cosas a las que muchos recurren son los vicios como el alcohol, la droga, el consumismo, el juego compulsivo, el curanderismo, las cartas, etc. Ellos, por ahí traen alivios momentáneos -sólo por un pequeño tiempo- y después pasa el efecto y viene más sufrimiento. Cuándo estás cansado y agobiado, ¿a quién acudís? ¿A qué cosas acudís? ¿Nunca te pusiste a pensar que sólo Jesús puede curar y sanar la mayor herida que uno puede tener? ¡Acudamos a Jesús! Sólo Él puede curar y sanar todas las heridas, sólo Él puede darnos un total alivio y descanso. La sanación que Él nos da no es algo momentáneo y mágico. Su gracia dura para siempre y es más profunda cuando uno acude a Él y experimenta la salvación que nos brinda y la paz que nos regala. ¡Qué bien que nos viene la palabra de Jesús hoy!: “vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados y yo los aliviaré”, ¿te sentís cansado, afligido y agobiado? Aceptá la invitación que Jesús te hace hoy, recibí el gran regalo que Él te hace cada día y viví el gran abrazo sanador que sólo Él puede darte. La invitación para hoy es acudir a Jesús, mirar Su cruz atentamente con los brazos abiertos y recibir Su abrazo que te aliviará de tus pesares. ¡Bendecido día para todos!