Hace algunos días, ya en medio del Año de la Misericordia, el Papa Francisco hablando a los sacerdotes recordó una anécdota:
Yo conocí un hombre capuchino, de gobierno, superior, después de 70 años fue enviado a un santuario a confesar y este hombre tenía una fila grande de gente para perdonar. Un gran perdonador. Siempre encontraba el modo de perdonar o, al menos, de dejar en paz el corazón. Una vez me dijo: “vos, sos obispo y yo pienso que perdono demasiado. Tengo escrúpulos”. Le pregunté “¿qué hacés cuando te sentís así?” Y me dijo: “voy delante del tabernáculo y le digo: Señor hoy he perdonado demasiado pero fuiste tú el que me da el mal ejemplo”. He aquí: Sean hombres de perdón, de reconciliación, de paz.