El llamado interior al perdón
En algunas ocasiones nos atormentan recuerdos de malas experiencias que hemos tenido con personas que nos han hecho sufrir. Quisiéramos olvidarlas, pero cuando no nos damos cuenta, en la cama o en un momento de soledad, vuelven a aparecer esas sombras del pasado. En ese pasado que nos abruma está todo lo que nos han hecho los demás: hay heridas, agresiones, críticas, desprecios que hemos recibido de otros. A veces aparece un nudo en la garganta porque recordamos a las personas que nos han hecho daño, nos han fallado, nos han humillado, y en el fondo necesitamos que de alguna manera paguen por lo que han hecho.
No podremos terminar de sanar esos recuerdos si no logramos perdonar a las personas que nos hicieron daño. Cuando no llegamos a dar el paso liberador del perdón, no habrá ejercicios ni técnicas que nos permitan sentimos realmente bien, porque hay venenos interiores que no nos dejan disfrutar de la vida y que empañan nuestra alegría. Vale la pena que nos detengamos a enfrentar esos “demonios” que nos atacan, para poder alcanzar una vida más sana y más libre.
Quizá sintamos que no guardamos resentimientos, pero puede haber quedado una tristeza o un “mal sabor” que también hay que sanar con el perdón para recuperar la paz interior.
De nada sirve tratar de ignorar a las personas que nos hicieron daño, escapar o aislarnos. Así no nos liberamos, sino que creamos cementerios en nuestro corazón donde enterramos a esas personas. Y esos muertos quedan dentro del corazón y en algún momento comienzan a dar mal olor. Hay que resucitarlos con el perdón, y así nacerá también una vida nueva para nosotros.
El perdón verdaderamente sanador y liberador debe nacer del corazón. Para eso hay que prepararse poco a poco, y dar algunos pasos muy prácticos. Una manera de motivarse es el sano ejercicio de intentar colocarse en el lugar de los otros; procurar mirar las cosas desde su punto de vista y sobre todo desde sus sentimientos y necesidades.
Comprender y perdonar a otro es ser capaces de vivir en otro nivel, de entrar en una dimensión superior de paz y de felicidad. Eso es lo que nos propone el Señor en su Palabra, porque Él sabe qué es lo mejor para sus hijos. Es cierto que siempre tendremos excusas para guardar rencor, para envidiar, para criticar, para vengarnos, porque todos los seres humanos tienen puntos débiles. Pero esas excusas solo sirven para aumentar nuestra enfermedad y nuestro sufrimiento interior.
No hay que darles lugar, no conviene jamás alimentarlas. Es muy liberador vaciarse de todas esas excusas. Siempre es mejor reaccionar con amor, alimentar el cariño interior hacia esa criatura limitada que nos hizo daño, que nos criticó o nos traicionó. Siempre puedo ofrecer amor en contra de todo. Que esa sea mi espada, mi coraza, mi misil. A la larga, eso será mucho más beneficioso para mí y para el mundo. A la larga, el amor siempre es el mejor camino.
Unos minutos para recuperar la vida – Victor Manuel Fernandez