Cuántas veces en la vida nos pasan cosas que queremos correr a contar a la primer persona que nos cruzamos, y cuántas otras es eso mismo lo que nos genera querer guardarlas por miedo a lo que el otro tiene para opinar.
Cuando Dios nos llamó a la vida, trazó para nosotros un camino: el más desafiante, porque está lleno de obstáculos que tenemos que superar; el más empinado, porque va siempre cuesta arriba hacia su Reino; el más divertido, porque está lleno de curvas y vueltas como una montaña rusa; y el más perfecto, porque Él lo camina con nosotros.
Siendo así, ¿qué esperamos para sumar más gente a acompañarnos? En éste caminar por una vida que va a pasos agigantados, nos cuesta bajar un poco la velocidad y pensar: ¿Es ésto lo que quiere Dios de mi? ¿Estoy realmente cumpliendo su voluntad? ¿Es posible cambiar si descubro que éste no es mi rumbo hacia Él? Miles de preguntas, una sóla respuesta: “Da tu Fiat”. Nunca sabemos cuándo algo de lo que decimos o hacemos puede llegar al corazón de otra persona. Por ello, no olvidemos que Dios nos llama a ser pescadores de hombres.
Respondamos a su llamado creyendo que es posible encender corazones, creamos que nuestro caminar los puede llevar al encuentro de Su amor. Así como María dio su Sí confiado y humilde en la Anunciación, descansemos nosotros también en las manos de nuestro Padre, dando un salto de confianza a sus brazos. Seamos, como Ella, testimonio vivo de Fe en la Divina Providencia. Le demos nuestro Si a los planes de Dios.