La Navidad trae consigo siempre algún rayo de luz. Y este rayo penetraba incluso en las experiencias más duras. Este rayo de la noche de Navidad, rayo del nacimiento de Dios, no es sólo el recuerdo de las luces del árbol junto al pesebre en casa, en la familia o en la iglesia parroquial, sino algo más. Es la chispa de luz más profunda de la humanidad a quien Dios ha visitado, esta humanidad acogida de nuevo y asumida por Dios mismo; asumida en el Hijo de María en la unidad de la Persona divina: el Hijo Verbo. La naturaleza humana asumida místicamente por el Hijo de Dios en cada uno de nosotros, que hemos sido adoptados en la nueva unión con el Padre. La irradiación de este misterio se expande lejos, muy lejos; alcanza también aquellas partes o esferas de la existencia de los hombres en las que todo pensamiento acerca de Dios ha sido como ofuscado, y parece estar ausente como si se hubiera quemado y apagado del todo. Y he aquí que con la noche de Navidad apunta un resplandor: ¿Acaso… a pesar de todo? Bienaventurado este “acaso… a pesar de todo”: es un indicio de fe y esperanza.
Mientras vamos caminando hay un escenario que invita a la novedad. Para entrar a esos caminos de novedad necesitamos buscar.
En la Navidad todos se mueven y recorren caminos nuevos: José y María, los pastores, los magos, Herodes y hasta la estrella. ¿Por qué caminos de novedad te lleva esta Navidad?
Fuente: Radio Maria Argentina