Navidad: un Dios que se achica para enseñarnos a amar

viernes, 7 de enero de
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Que se renueve en mí la esperanza de saber que tu ternura tendrá en la historia la última palabra.

Te doy gracias por haberte encarnado en lo simple y en lo pequeño para enseñarnos a crecer porque si algo vengo aprendiendo en este tiempo es que crecer no tiene que ver con ir engrandeciéndose sino acrecentado el espacio interior para que Otro lo habite, entonces paradójicamente crecer es para mí achicarme.

Ir sacando de dentro todo lo que impide que la Vida fluya: mis búsquedas desmesuradas o vacías, mis deseos de controlar, mis ideas preconcebidas, mi egoísmo y mi auto centrismo para dejar que sea Otro quien venga a desbaratarme las estructuras con nuevos horizontes de Vida entregada y plena. Ojalá sepa acoger el Misterio de un Dios naciendo en un pesebre en su totalidad, el Encuentro y la dosis de soledad, la invitación y el miedo, la esperanza y la incertidumbre, el amor y el dolor, porque todo es parte de lo mismo: dejarte nacer, aprender a confiar y dejarte crecer (mientras el ‘yo’ se va achicando).

Ojalá esta Navidad me nazcas Vos para que me sigas impulsando a vivir más allá de mí.