Dejó Venezuela para comenzar una nueva vida: “a pesar de las dificultades se que el Señor es mi fuerza y que esto sigue”

lunes, 27 de mayo de
image_pdfimage_print

Joseph es veiteañero, con mirada tímida y una sonrisa enorme. Hace un año y 3 meses pisó la Argentina para comenzar una nueva vida, tras mucho tiempo de carencias y sufrimientos. En Venezuela quedaron sus padres y sus dos hermanas. Es uno de los cientos de miles de venezolanos que tuvieron que dejar su tierra con el dolor en las espaldas y la esperanza en el corazón.

Llegado a Buenos Aires poco a poco se fue integrando a la vida de la gran urbe.  También comenzó a sentirse solo. La Parroquia Nuestra Señora de Balvanera se convirtió en su nuevo hogar, donde estar, servir, compartir su experiencia en el Movimiento Juvenil Salesiano, hacer nuevos amigos y hermanos en el Señor. A principio de año uno de sus amigos lo invitó a la Pascua Joven de Radio María en Calmayo. Hacía años que no tenía la posibilidad de dedicarse unos días a rezar y reflexionar sobre su propia vida.

Pasadas algunas semanas de la Pascua nos comparte parte de su vida y del camino recorrido hasta llegar aquí.

Ante todo dar gracias a Dios por todas las experiencias que he tenido junto a Él durante lo que llevo de vida, decir que sí he visto milagros y que uno de esos milagros lo he podido constatar a través de mi conversión que apenas comienza. Nací en una pequeña isla llamada Margarita en Venezuela, debo decir ahora que llevo un buen tiempo sin estar allí que era un pequeño paraíso😂, me crié durante 24 años en un pueblito de de rango medio, alejado de la ciudad y rodeado de montañas, con pocos recursos pero los suficientes para ser considerada mi familia de clase media. Tuve la dicha de tener buena educación desde pequeño, y Dios me dio un gran don de entendimiento, destaqué mucho desde pequeño tanto en el deporte (beisbol, mi primer amor), como en la escuela.

Tengo que decir que desde pequeño también cometí muchas locuras como maldecir al Señor, pero lejos de Dios pagarme con la misma moneda, me ha regalado la gracia de tener una experiencia de amor muy íntima con Él. Yo era una persona muy iracunda, y ahora me molesto como la gente normal; era muy vulgar al hablar, ahora sólo cuando hago chistes malos, era un incrédulo, ahora no encuentro una vida sin Dios. He tenido muchas heridas en la vida, tuve que dejar el beisbol cuando mi sueño era ser jugador profesional, tuve que abandonar mis antiguos amigos cuando me cambiaron de colegio, tuve que soportar las grandes peleas de mis padres en los peores momentos de nuestra familia, además de vivir durante toda mi juventud en la peor catástrofe que haya pasado alguna vez en mi país. Ahora tengo la herida abierta de no poder ver a mi familia después de un buen tiempo, pero a pesar de las heridas y la situación por la que ahora paso, se que Dios siempre ha estado conmigo. Lo estuvo aquella vez que lo maldije, cuando cometí mis peores pecados, cuando menos le quería y se que lo está ahora.

Mi momento exacto de conversión no se decir cuando fue exactamente, pero sé que en un momento de tristeza en mi vida, y cuando me burlaba de un padresito por lo que creía, me di cuenta de dos cosas: una, que no era padre, era un laico normal, otra que le notaba una alegría realmente auténtica. A pesar de que yo era notablemente escéptico, aplicado y virtuoso en muchos temas, hice mi primer acto de fe, y dije en mi corazón al Padre: “no importa si me veo como el tonto ese, si soy humillado o si me ven con mala cara, yo quiero ser feliz”. Y dicho y hecho, después de un tiempo a través de distintas experiencias fui escuchando y aceptando la palabra de Dios en mi corazón, empecé a asistir al Movimiento Juvenil Salesiano, y allí tuve una explosión gigante de amor en mi vida. Lo di todo hasta el cansancio, cansancio que junto con la situación de Venezuela, me llevaron a centrarme más en mi trabajo y mi familia. Seguía animado con la oración y seguía manteniendo la esperanza viva, pero poco a poco me iba apagando. Tuve una gran decepción amorosa y eso me alejó de la iglesia, iba a una que otra misa, pero ya no era lo mismo.

En la búsqueda de nuevos sueños y metas me encontré que podía irme del país y encontré la Argentina. En un principio super emocionado, ahora sí puedo comer, ahora sí puedo ser independiente, ahora sí puedo disponer de mis cosas, y soñar con otras.  Pero cuando menos los esperaba, me di cuenta de que estaba solo, que con varios errores fuertes había perdido la amistad con Jesús, que mi fe era muy vaga. Me dio ansiedad, perdí todas las fuerzas que creía haber tenido, el ímpetu que traía conmigo se había esfumado, hasta que bueno en un acto de fe decidí reconciliarme y dejar esto en manos de Dios. Asistiendo todos los días a misa en Balvanera, descubrí el amor de Dios en mi vida desde otra perspectiva. Ahora me siento como la oveja que es cargada por su pastor en hombros, mi fe y mi esperanza se han rejuvenecido, la alegría ha vuelto y a pesar de las dificultades, y de los problemas que surgen, se que el Señor es mi fuerza y que esto sigue.