Hay un tiempo en el cual decidimos marchar porque fuimos abrigados de desilusión. Épocas en las cuales nos apagamos por meses, y tercos por el miedo, decidimos cerrar toda puerta posible a proyectos y sueños.
Hay periodos que hartos de la frustración, y ultrajados por la mentira, abandonamos toda esperanza, y teñimos los días felices con matices parcos de tardes grises.
Allí, en esos cuadros, como una galerna, el amor puede entrar sin permiso y embestir nuestra alma, vislumbrando con perenne centelleo las batistas desconocidas de nuestras entrañas. Con sus colores puede orlar tonos vivos y extraños, e invitarnos a abandonar los momentos que nos traen recuerdos y traumas amargos. Puede convertir los sueños huérfanos y cortos, en cuentos reales y objetos hermosos.
El amor puede entrar para ser el artista de nuestra historia, y no se marchará hasta pintar y enamorarnos por largas horas.