El Papa de las periferias

miércoles, 30 de abril de

Llegó a Roma desde las que para el mundo «occidental» son las periferias, como él mismo dijo en su asunción.

Y su preocupación cardíaca estuvo siempre en todas los lugares de exclusión. En los materiales y en los del alma. En los desprotegidos, desamparados, enfermos, olvidados, encarcelados, expulsados de su tierra, rechazados por sus comunidades. En los únicos, a quienes la normalidad percibe como diferentes, en sus soledades, en sus búsquedas.

Se llevó todas las emergencias periféricas en su corazón, para exponerlas al mundo. A ese mundo que las considera limítrofes, extrañas, ajenas —aunque ocupen el centro doliente del corazón de Jesús—, para mostrarle que todo está conectado, que nadie se salva solo.

Expresó el clamor de la tierra y el clamor de los pobres, devastados y desgarrados por los intereses corrosivos de unos pocos: la degradación ambiental, la cultura del descarte, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la privatización del agua, la lógica del uso y descarte aplicada a toda la creación por quienes la sienten «propiedad». E hizo «su llamado»:

«El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar» (LS 13). Trabajó por una humanidad respetuosa con toda la creación, que es don, no hacienda.

Remó en la barca de una iglesia pobre para los pobres… En búsqueda de una ética global basada en la dignidad humana y el bien común.

Querido Francisco:

Siempre coherente, te fuiste en silencio,

bien temprano, el lunes, al filo de la Pascua:

esperaste, para que no pusiéramos

lazos de luto el día de la Resurrección.

Nos pediste que rezáramos por vos,

intercedé ahora por nosotros, para que sigamos

tus pasos y seamos abiertos y cercanos a cada sueño de Dios.

Te extrañamos mucho.

Marisa