Yo no sé si el resto siente con igual ímpetu tu Espíritu que los impulsa a la vida y con igual pesar el mordiscón del mal que nubla la vista y debilita el andar. A veces me canso y reniego de esta ambivalencia, otras comprendo que es este el costo de estar viva. Debo admitir que a veces preferiría ganar la batalla sin siquiera dar lucha, así por obra de magia fluir en tu Espíritu a tiempo completo. Sin embargo, reconozco tal cobardía solo cuando el mal me encuentra con la guardia baja. Cuando aclara (porque siempre aclara), me gusto en la lucha dada y en la batalla ganada con la dignidad de saberme hija y la paz de quien se deja guiar y habitar.
Así que ahora me escribo para darme ánimo. Solo hay que esperar. Va a aclarar. Y el Señor vencerá una vez más sobre mi debilidad. Así es. Confiá.
Sé valiente una vez más y nombrá tus miedos. Vos sabés cuánta valentía requiere mirar de cara a lo que duele. Rezá y esperá. Te lo repito. Va a aclarar. Dios ya venció. La historia es historia de redención.
Esperaré hoy también en tu amor. Me querré hoy también así de frágil, te dejaré que me abraces y que sanes lo que en lo profundo arde y que yo aún no sé nombrar y ni falta que hace. Basta que me mires para que sane. Te dejo quererme una vez más. Mi cabeza en tu pecho. Tu corazón es mi refugio. Tu corazón marca el ritmo. Espero en Ti, mi dulce Paz.