Llevar el mundo a Dios

lunes, 18 de mayo de

Estos días han trasformado de imprevisto nuestra manera de estar, sentir y actuar. El encuentro con Dios también ha cruzado a otra orilla desconocida de nuestro corazón. De repente ya no tenemos acceso al templo, a esos signos que nos conducen directamente a la gracia (los sacramentos). Y nos preguntamos ¿cómo seguir? ¿qué hacer? ¿de qué manera mantengo esa unión, ese encuentro con el Señor?

La verdad es que Dios sigue estando, sigue hablando. Sea el lugar donde sea, tanto ésta vida pasiva de encierro como la vida en el mundo activa son hoy queridas por Dios. Pues, el lugar donde mora el Señor se traslada adonde estemos nosotros mismos, porque el Señor vive en nuestro interior.

Dios puede conducirnos a la soledad de una capilla para allí ser adorado por nosotros; pero también puede ponernos, juntamente con innumerables compañeros, en medio del ruido del hogar, de los quehaceres cotidianos del trabajo, etc. Si Dios no vacila en colocarnos en circunstancias tan opuestas, es porque Él puede encontrarnos en cualquier parte.  Quizá hoy, no sea en la Eucaristía, en el templo, en la misa. Por eso, debemos procurar contemplar y reconocer las inmensas posibilidades y formas de manifestación de Dios uno y trino.

Si el Señor nos habla, hemos de disponernos a encontrar el lugar en que seamos capaces de oír su voz.

¡Ánimo! ¡Paciencia! Es tiempo de animarnos a los reencuentros. Dios está y nos ama donde estemos.

 

foto: Cathopic