08/04/2019 – La misión presenta desafíos de los más diversos. Lo importante es la disposición interior: no voy a hacer lo que a mí me parece, sino lo que se necesita. Así lo vivió Gisela, misionera entrerriana de Puntos Corazón Argentina en Lima, Perú.
Por la mañana vamos al hogar de la paz, casa de la congregación de Madre Teresa. En este lugar hay chicos con discapacidad. Hay un horario para que pueda ir cualquiera que lo desee a ayudar. El primer viernes recorría el lugar y sentía que no podría hacer mucho ahí, me sentía inexperta para lo que veía. Pero al llegar a una sala donde estaban casi todos los chicos, comenzamos a ayudar cortándoles las uñas, como podíamos porque algunos no se dejaban. A la hora del almuerzo, como era nueva me dieron el plato de Diego que come todo y bastante rápido. Después me acerco a Iván y un encargado me explica cómo darle su comida. Él tiene problemas para tragar, se ahoga fácil. Entonces con su explicación más la de otra señora que siempre va al hogar, y aunque no era tan fácil, terminó su comida. Al siguiente viernes, me fui directamente con Iván en la hora del almuerzo; estaba demasiado confiada en que iba a darle mejor su comida, pero cuando acerco la cuchara cierra muy fuerte su boca, intentando muchas veces ya me frustraba, veía a todos comer menos a él. Se queda casi dormido recostado sobre mí, nos quedamos así un buen rato, solo podía abrazarlo pero en esos momentos pude volver a pensar en Dios, en la obra, en lo único que podía ofrecerle en ese momento, una cucharada de amor. Tantas veces quiero que salga todo como lo planeo, pero había una linda sensación de poder estar así con él, me llevó a Dios y Él estaba misionando en mí. Después comió. Fue muy gracioso porque la señora que estaba cerca me dijo: “ahora le podés dar una cucharada de comida y una de postre”. Con sus dificultades y en su tiempo se comió todo.
Por la mañana vamos al hogar de la paz, casa de la congregación de Madre Teresa. En este lugar hay chicos con discapacidad. Hay un horario para que pueda ir cualquiera que lo desee a ayudar.
El primer viernes recorría el lugar y sentía que no podría hacer mucho ahí, me sentía inexperta para lo que veía. Pero al llegar a una sala donde estaban casi todos los chicos, comenzamos a ayudar cortándoles las uñas, como podíamos porque algunos no se dejaban. A la hora del almuerzo, como era nueva me dieron el plato de Diego que come todo y bastante rápido.
Después me acerco a Iván y un encargado me explica cómo darle su comida. Él tiene problemas para tragar, se ahoga fácil. Entonces con su explicación más la de otra señora que siempre va al hogar, y aunque no era tan fácil, terminó su comida.
Al siguiente viernes, me fui directamente con Iván en la hora del almuerzo; estaba demasiado confiada en que iba a darle mejor su comida, pero cuando acerco la cuchara cierra muy fuerte su boca, intentando muchas veces ya me frustraba, veía a todos comer menos a él. Se queda casi dormido recostado sobre mí, nos quedamos así un buen rato, solo podía abrazarlo pero en esos momentos pude volver a pensar en Dios, en la obra, en lo único que podía ofrecerle en ese momento, una cucharada de amor. Tantas veces quiero que salga todo como lo planeo, pero había una linda sensación de poder estar así con él, me llevó a Dios y Él estaba misionando en mí.
Después comió. Fue muy gracioso porque la señora que estaba cerca me dijo: “ahora le podés dar una cucharada de comida y una de postre”. Con sus dificultades y en su tiempo se comió todo.