Los amigos edifican nuestras vidas

martes, 21 de julio de
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Todos los seres humanos desde pequeños tenemos la maravillosa aventura de tener amigos. En nuestra corta edad de vida, considerábamos amigos a aquellos con los que jugábamos en la escuela, en la plaza, en la cancha, en nuestras casas. Y eran nuestros mejores amigos aquellos que de entre ese grupo de amigos nos eran más compinches porque compartíamos nuestros sueños, aquellas cosas que no a cualquiera se la contábamos…

Mientras íbamos creciendo y estábamos en la adolescencia, considerábamos amigos sólo a los que nos eran más cercanos. Aquellos que no nos traicionaban (contando a otros nuestros sueños y secretos) y aquellos que más de una vez, nos salvaban en las tareas y exámenes del colegio.

De jóvenes (y adultos), consideramos amigos a aquellos que acompañan nuestro caminar más allá del tiempo y la distancia. Son nuestros amigos aquellas personas personas que se han hecho parte de nuestra historia y que a su vez nos han hecho parte de sus historias.

Creemos en la palabra “amigo” no como algo abstracto y general, sino en una persona concreta: rostro, nombre y vida compartida.

El libro de la Biblia, Eclesiástico 6, 14 nos dice: “un amigo fiel es un refugio seguro: el que lo encuentra ha encontrado un tesoro”. Quienes tenemos la gracia de tener amigos, somos portadores de un tesoro, descubrimos en nuestras vidas la maravillosa seguridad de sabernos amados y acompañados por otros.

Cada día celebro el regalo de la amistad, celebro a las personas que son mis amigos –amigas-; aquellas personas que me desean de corazón el bien –como yo se los deseo a ellos-. Mis amigos tienen la capacidad de edificar mi vida (… algunas veces “tiran algo” para hacerlo mejor, más firme, más fuerte, más seguro. Otras veces son parte de la alegría que da ver “algo logrado”, del gozo del avance).

¡La amistad es uno de los regalos más hermosos, nobles e incomparables que nos ha dado gratuitamente Dios en Su bondad!

Carolina Lizárraga, SSpS