Mi alma te busca, Señor.
Cada día, cada noche,
en el vacío y en la locura…
Nada encuentro, si no es
por vos y en vos, Señor.
Aunque muchos sean los caminos
y muchos sean los atajos…
Aunque los gozos, lágrimas, alegrías
y tristezas formen parte de esta vida…
Porque nada soy… nada tengo…
y nada me pertenece…
En el silencio y en la inmensidad de la vida.
En cada gesto olvidado…
En cada persona, en cada niño,
cada afecto y en el que está abandonado…
Mi alma te busca junto a todos y ante todos
porque en ese encuentro
puedo descubrir el verdadero amor.
Adriana Leiva
Café literario de Neuquén
-La Liturgia Cotidiana- Librería San Pablo