Miércoles 26 de Enero – Evangelio según san Lucas 9, 1-6

martes, 18 de enero de

Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para curar las enfermedades. Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles: «No lleven nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir. Si no los reciben, al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos.»

Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y curando enfermos en todas partes.

 

Palabra de Dios

Padre Sebastián García | Sacerdote del Sagrado Corazón de Betharram

El evangelio de hoy nos mete de lleno en la realidad de quiénes son aquellos que van a seguir a Jesús y aquellos que van a dar –en salida- testimonio del Reino. Se nos describe algo así como el modo que deben tener los seguidores de Jesús y el anuncio que deben hacer. Se trata entonces de discípulos misioneros que habiendo vivido en intimidad con Jesús sean capaces, por la fuerza de esa intimidad de transmitir la fe, predicando el reino, exhortando a la conversión, invitando a sacar del corazón todo aquello que divide y que son los demonios.

Personalmente noto que muchas veces los que pertenecemos a la Iglesia, sea por la parroquia, la capilla, el colegio, el movimiento, las comunidades eclesiales… centramos la preocupación actual en torno a cómo mejorar la evangelización, cómo hacerla más atractiva, cómo poder llegar más a la gente. Hay una gran preocupación de la Iglesia en todo lo que se refiere al hacer de la evangelización. El tiempo presente es un tiempo que nos lleva también en la vorágine diaria a pensar más bien en qué cosas hacer a considerar más bien quiénes queremos ser. Creo que a esto apunta el evangelio de hoy.

Las indicaciones de Jesús a los apóstoles hablan de desprendimiento y austeridad: un bastón, unas sandalias, una sola túnica; ni pan, ni provisiones, ni dinero. Nos habla de una comunidad en salida, de a pie y caminando, itinerante, pobre y buscando formar comunidad con aquellas personas que quieran recibir el mensaje d Jesús y quieran hacerle espacio en su corazón. Van de a dos, sin seguridades ni certezas, a formar comunidad y hacer lo único importante: predicar el Reino.

Entonces creo que este texto tiene una vigencia muy real. De la misma manera que Jesús envía apóstoles, todos los bautizados y por esa condición, somos discípulos misioneros, y nuestra preocupación tiene que ser la de dar a conocer el Evangelio de Jesús, con obras y si hace falta, con palabras.

Por eso creo conveniente poder cambiar las preguntas que habitualmente nos hacemos como Iglesia y dejar de lado el hacer por ser. Lo que el evangelio y la realidad de hoy nos impulsan a responder no es tanto qué vamos a hacer como Iglesia cuánto qué tipo de Iglesia queremos ser. Hoy la pregunta es por el ser, por la identidad, por lo más distintivo. Hay que responder con urgencia a qué soñamos cuando decimos “Iglesia” que seguir pensando dinámicas y recursos para la evangelización. Ya ha pasado esa edad “en que todo el universo era cristiano”. Hoy parece que somos minoría. Lo importante al final no será el número. Será quiénes somos

Por eso te invito a que de la mano de este evangelio podamos pensar juntos, meditar y rezar sobre nuestra identidad de bautizados y sobre cómo queremos ser; casi como gran eco de lo que fue el grito del Concilio Vaticano II: “Iglesia… ¿qué dices tú misma de quién eres?”

¿Qué tipo de comunidad evangelizadora queremos ser? ¿Qué prioridades vamos a adoptar?¿Cuál va a ser nuestro estilo de ser Iglesia en Argentina, en América Latina y en el mundo? ¿Qué queremos que la gente vea, piense, sienta cuando escuche “Iglesia Católica”? Son las lindas preguntas de nuestro tiempo. Algunos ya nos pesan los años de pensar recursos y novedades. Hoy tenemos que apuntar al ser. Ser Iglesia. ¿Qué Iglesia vos querés ser?